Directorio Diocesano de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana
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- Escrito por Iglesia en Valladolid
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Índice del artículo
INTRODUCCIÓN
I. Don de Dios y respuesta del hombre.
La Iniciación cristiana es iniciativa de Dios, por la mediación de la Iglesia, y pide la libre respuesta del hombre. La Iglesia realiza esta mediación maternal a través de personas, en lugares y con acciones diversas:
a. El Obispo, los presbíteros, los diáconos, los padres, los catequistas y padrinos, con la fuerza de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo, son verdaderos iniciadores en la fe.
b. La Iglesia de Dios, presente en la Iglesia particular o Diócesis, inicia a la fe en lugares como:
— La parroquia, donde actúan las realidades esenciales de la Iglesia de Cristo: Palabra de Dios, Eucaristía y los demás sacramentos, la oración, la caridad, el ministerio ordenado y la misión;
— La familia cristiana, cuya vida misma, si está radicada en el Señor, se hace itinerario vivo de iniciación a la fe;
— La Acción Católica, asociaciones, cofradías, movimientos y comunidades que son espacios propicios para el crecimiento de la fe y el testimonio público del creyente en la sociedad;
— La escuela católica y la enseñanza religiosa escolar que, colaborando con los planes diocesanos, son lugares relevantes de formación humana y cristiana.
c. La Iglesia realiza, además, para la Iniciación cristiana dos acciones esenciales y unidas entre si: la catequesis y la liturgia.
— La catequesis prepara para la celebración de los sacramentos de la fe, los cuales “no solo la suponen, también la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones” .
— Y la liturgia, obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, transmite eficazmente el don de Dios. Los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía constituyen la iniciación junto con las celebraciones de la Palabra y los escrutinios. Además, inspira una forma necesaria de catequesis, llamada mistagógica, que introduce al Misterio de Cristo, procediendo de lo visible a lo invisible, del signo al significado, de los ´Sacramentos´ a los ´Misterios´ .
II. Los sacramentos de la Iniciación cristiana.
“Por los sacramentos de la Iniciación cristiana, Bautismo, Confirmación y Eucaristía, los hombres libres del poder de las tinieblas, muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de hijos de adopción y celebran el memorial de la muerte y resurrección del Señor con todo el pueblo de Dios.” (AG 14)
En efecto, incorporados a Cristo por el Bautismo, constituyen el pueblo de Dios, reciben el perdón de todos sus pecados y pasan de la condición humana en que nacen como hijos del primer Adán al estado de los hijos adoptivos, convertidos en nueva criatura por el agua y el Espíritu Santo. Por esto se llaman y son hijos de Dios.
Marcados luego en la Confirmación por el don del Espíritu, son más perfectamente configurados con el Señor y llenos del Espíritu Santo, a fin de que, dando testimonio de él ante el mundo, cooperen a la expansión y dilatación del Cuerpo de Cristo para llevarlo cuanto antes a su plenitud. (AG 36)
Finalmente, participando en la asamblea eucarística, comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, a fin de recibir la vida eterna y expresar la unidad del pueblo de Dios; y, ofreciéndose a sí mismos con Cristo, contribuyen al sacrificio universal, en el cual se ofrece a Dios, a través del Sumo Sacerdote, toda la ciudad redimida; y piden que, por una efusión más plena del Espíritu Santo, llegue todo el género humano a la unidad de la familia de Dios.
Por tanto, los tres sacramentos de la Iniciación cristiana se ordenan entre sí para llevar a su pleno desarrollo a los fieles, que ejercen la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo” .
III. La actual situación cultural y social nos pide un nuevo impulso evangelizador.
La situación cultural y social que desde hace años venimos experimentando es tan nueva y con cambios tan profundos, que quizá aún no percibimos plenamente sus desafíos a la fe y a la misión de la Iglesia. La secularización, la indiferencia religiosa y el cansancio de la fe vienen impregnando nuestro ambiente, que se vuelve así poco propicio para la Iniciación cristiana:
— Nuestra Iglesia sigue engendrando y educando nuevos hijos de Dios. Pero esta función maternal se resiente de limitaciones provenientes de la falta de vigor en la fe, en el sentido eclesial y misionero de las propias comunidades cristianas y también del ámbito de las familias que acusan los efectos de la ruptura entre la fe y la vida.
— La iniciación pide integración y pertenencia plena, fidelidad, paciencia, etc., pero la cultura dominante promueve pertenencias parciales, modificables y de resultados inmediatos.
— Las familias de nuestra Diócesis desean mayoritariamente el Bautismo para sus hijos y su participación en la Eucaristía; y muchos adolescentes y jóvenes solicitan el sacramento de la Confirmación, pero, al mismo tiempo, aumentan los niños no bautizados y jóvenes y adultos sin confirmar. Es preocupante la poca perseverancia en la vida eclesial de quienes reciben por primera vez la Eucaristía y de los confirmados.
— Observamos que no pocos católicos manifiestan una fe cristiana débil, y se identifican parcialmente con la Iglesia, lo cual no les retrae a la hora de solicitar los sacramentos para sus hijos.
— Sin embargo en el actual pluralismo de situaciones hay personas y familias que desean vivir la fe en plenitud y con responsabilidad, lo cual es motivo de gratitud y de estímulo.
Esta situación pone de manifiesto que los medios de evangelización realizados hasta ahora se muestran ocasionalmente insuficientes; necesitamos, por ello, buscar nuevos caminos para iniciar en la fe a las nuevas generaciones.
El momento actual es de fuerte purificación y vigorosa llamada a la evangelización . Esta perspectiva apostólica y misionera ha de ser la clave de lectura del presente Directorio. No podemos quedar atrapados en la discusión de cuestiones menores. Invoquemos la ayuda del Señor para responder a lo que nos pide a través de las personas que se acercan a nosotros y encontrarnos en el camino.
IV. El Catecumenado como modelo de todo itinerario de Iniciación cristiana.
El Catecumenado descrito en el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA) debe ser el modelo de la Iniciación cristiana a la hora de diseñar itinerarios para la recepción de los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. El sacramento de la Reconciliación, que acompaña a los cristianos en toda su existencia porque son pecadores, ha de celebrarse cuando la Confirmación y la Eucaristía se reciben separados del Bautismo.
Se entiende por Catecumenado la institución iniciática de carácter catequético-litúrgico-moral, creada por la Iglesia de los primeros siglos con el fin de preparar y conducir a los convertidos adultos, a través de un proceso espaciado y dividido por etapas, al encuentro pleno con el misterio de Cristo y con la vida de la Iglesia, expresado en su momento culminante por la celebración de los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía.
El Concilio Vaticano II restauró el catecumenado de adultos y el decreto Ad gentes se refiere al mismo diciendo: “…es una formación o noviciado convenientemente prolongado de la vida cristiana, en que los discípulos se unen a Cristo, su Maestro. Por lo tanto, hay que iniciar adecuadamente a los catecúmenos en el misterio de la salvación, en la práctica de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que deben celebrarse en tiempos sucesivos e introducirlos en la vida de la fe, la liturgia y la caridad del Pueblo de Dios” .
Es necesario poner en marcha una pedagogía de la Iniciación, que introduzca vitalmente en las realidades básicas del ser cristiano por medio de la catequesis, los sacramentos y la forma cristiana de vivir:
a. Iniciamos en la fe de la Iglesia, sintetizada en el Credo, confesado personalmente y profesado comunitariamente en la Eucaristía.
b. Iniciamos en la celebración del Misterio cristiano para que a través de los Sacramentos, cuyo centro es la Eucaristía, la gracia de Dios actúe en los creyentes.
c. Iniciamos en la forma cristiana de vivir, resumida en los Mandamientos y en el Sermón del Monte, que la Iglesia enseña como propuesta moral católica.
d. Iniciamos en la oración cristiana como Jesús enseñó a sus discípulos. El Padre nuestro, aprendido en la familia y compartido en la comunidad cristiana, es nuestra oración por antonomasia.
e. Con estos pilares iniciamos también en la vida de la comunidad cristiana, donde se hace presente la Iglesia de Dios como familia de la fe; iniciamos en la dimensión misionera de la fe celebrada y vivida así como en el descubrimiento de la vocación personal
La iniciación debe concretarse en un itinerario catecumenal, como un proceso de maduración y de crecimiento de la fe, desarrollado de manera gradual y por etapas .
Según el RICA, todo itinerario debe contemplar los siguientes momentos en su recorrido:+
i. Misionero, que llama, convoca y suscita la fe y la primera conversión. Este momento concluiría con el rito de admisión.
ii. Catecumenal, que conduce y acompaña al sujeto en su progresiva vida en Cristo según las cuatro dimensiones que configuran la existencia cristiana: fe, vida, oración y celebración.
iii. De iluminación y purificación, como una preparación intensiva a la acogida de la gracia que acontece en los sacramentos.
iv. Momento culminante es la Celebración de los Sacramentos de la Iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía
v. Mistagógico, en el que el iniciado profundiza en el seno de la comunidad en el misterio recibido.
V. La Iniciación cristiana es misión de la Iglesia particular.
Las Iglesias locales tienen el cometido propio de establecer un proyecto de Iniciación cristiana bajo la autoridad del Obispo, maestro en la fe y principal dispensador de los misterios de Dios, responsable de la vida litúrgica de la Iglesia que le ha sido confiada .
La Iglesia particular realiza la Iniciación cristiana en la parroquia, ámbito propio y principal de la misma. La parroquia es necesaria pero no es suficiente. Siendo los sacramentos de la Iniciación cristiana originariamente parroquiales, dado el distanciamiento con el que se reciben, poseen un contexto vital diferente que es preciso tener en cuenta. Así el ámbito eclesial del Bautismo de niños es, sobre todo familiar; la iniciación a la participación en la Eucaristía con la “Primera Comunión” es parroquial y familiar, con apoyo escolar en algún caso; la Confirmación de adolescentes y jóvenes es grupal, parroquial, escolar.
Las diversas instituciones afectadas, respetando lo específico de cada una, deben actuar armoniosamente para bien de las personas y de la Iglesia .
VI. Dos formas de recorrer el camino de la Iniciación cristiana.
El documento de la CEE La Iniciación cristiana. Reflexiones y orientaciones de 27 de noviembre de 1998, en su primera parte, trata de la naturaleza de la Iniciación cristiana, de la mediación maternal de la Iglesia y del itinerario a seguir. (cfr. nº 9-31).
Hay “dos formas de recorrer el camino de la Iniciación cristiana:
a. La que afecta a los párvulos que son incorporados en los primeros meses de su vida en el misterio de Cristo y en la Iglesia por el Bautismo, y se recorre, con la recepción de los sacramentos de la Confirmación y de la Eucaristía, a lo largo de la infancia, la adolescencia y la juventud;
b. La Iniciación cristiana de personas no bautizadas (niños, jóvenes y adultos) que se lleva a cabo mediante la participación en un catecumenado, que culmina en la celebración de los tres sacramentos de la iniciación” .
A cada forma de Iniciación dedica el Directorio una parte, en la que se exponen los diversos itinerarios.