Semana Santa 2017 | Actos programados en Valladolid
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- Categoría: Campaña
9 de abril (Domingo de Ramos) al 16 de abril (Domingo de Resurrección) |
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La Semana Santa en la diócesis de Valladolid es sinónimo de silencio, recogimiento, sentimiento y valiosa imaginería que sale a las calles en las procesiones de las cofradías. Existen tres Semanas Santas declaradas de Interés Turístico Internacional: Valladolid, Medina de Rioseco y Medina del Campo; una de Interés Turístico Nacional: La Bajada del Ángel en Peñafiel; y una de Interés Turístico Regional: Tordesillas. Además, hay otras que por su emotividad o sus ritos también destacan: Alaejos, Cuenca de Campos, Nava del Rey, Olmedo, Villanueva de Duero o Villavicencio de los Caballeros.
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La Iglesia católica celebra los misterios de la salvación actuados por Cristo en los últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén. Es muy intensa la participación de los fieles en los ritos de la Semana Santa: tanto en las celebraciones litúrgicas como en los desfiles procesionales de piedad popular.
Celebraciones de Semana Santa en la S.I. Catedral de ValladolidPreside don Ricardo Blázquez, Cardenal-arzobispo de Valladolid
• Domingo de Ramos
• Jueves Santo Es una de las celebraciones más expresivas de la comunión diocesana. Don Ricardo concelebra con los presbíteros de toda la diócesis, consagra el santo crisma y bendice el óleo de los catecúmenos y el de los enfermos.
• Viernes Santo
• Sábado Santo
• Domingo de Resurrección
El Sábado SantoDon Ricardo, Cardenal-arzobispo de Valladolid
El Sábado Santo es del Triduo Pascual el día más sobrio; sólo con la espléndida celebración de la Vigilia Pascual se rompe el silencio y la oscuridad de la noche y comienzan los gozos y exaltación de la Resurrección del Señor. ¿Qué sentido tiene el sábado después del Viernes Santo y antes de la Vigilia Pascual?. Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor meditando su pasión y muerte, y su descenso a los infiernos. Precisamente meditamos este misterio que pasará a la confesión cristiana.
Junto a Jesucristo muerto y sepultado, en silencio y soledad, demitamos paso a paso la pasión que recorrió desde la oración en Getsemaní hasta que entregó al Padre su espíritu en la cruz. En la meditación reflexionamos sobre la gravedad de lo acontecido en el Calvario; acompañamos a la Virgen en su dolor y al lado de la Madre desde la oscuridad va germinando la luz de la esperanza. María esperó cuando todos vacilaban el triunfo de Jesús sobre la muerte, y nosotros junto a ella seguimos el movimiento de su corazón y de su fe en el Señor a pesar de todos los signos que niegan la promesa de la victoria del amor y de la esperanza.
A algunas personas ha extrañado que en el Símbolo de los Apóstoles confesemos los cristianos: “Descendió a los infiernos”. ¿Qué queremos decir con estas palabras? La expresión “descendió a los infiernos”, forma parte del artículo que profesa a continuación resucitó de entre los muertos. Se apoya particularmente en un pasaje de la carta 1 Ped. 3, 18-19: Cristo sufrió su pasión; Jesús, “muerto en la carne, pero vivificado en el Espíritu; en el espíritu fue a predicar incluso a los espíritus en prisión”. Jesús murió realmente y el sello de su muerte es la sepultura. Bajando al abismo de la muerte, a las partes bajas del mundo, a los “infiernos”, anunció su victoria sobre el pecado y la muerte a quienes “esperaban su santo advenimiento”, como los mayores aprendimos en el Catecismo. En su victoria arrastró a nuestros padres, Adán y Eva. Murió Jesús y llevó la conmoción al abismo.
Una homilía antigua sobre el Sábado Santo dice lo siguiente: <<¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve a la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temblorosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción el abismo. Va a buscar a nuestro primer padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte. El, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva. Tiene el poder de anunciar a los que están encadenados: “Salid”, a los que se encuentran en las tinieblas: “Iluminaos”, y a los que duermen: “Levantaos”>>.
¿No está en sintonía con lo que venimos el pasaje evangélico siguiente? La muerte de Jesús en la cruz vino acompañada por signos impresionantes, como narra el evangelista. El abismo se estremeció y la tierra tembló ante la gravedad de lo acontecido. “Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra… Jesús gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron muchos” (Mt. 27-45; 50-53). Los mismos cimientos del mundo se conmueven con la muerte de Jesús. Pero por la resurrección está sentado con poder y gloria a la derecha de Dios.
En el Pregón Pascual cantaremos gozosos: “Esta es la noche en que rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella, conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos”. Jesús murió realmente, cayendo en las garras del abismo y de la muerte; pero resucitó como el Señor vencedor para siempre. Unidos a El pasamos también nosotros de la muerte a la vida, de la resurrección a la esperanza inmarcesible (cf. 1 Ped. 1, 3-9).
Jesucristo, que sufrió la muerte por todos nosotros, que bajó a los “infiernos” y que está sentado a la derecha de Dios Padre, nos invita a descender también nosotros a los abismos de la humanidad, a las desesperanzas que oscurecen el corazón y la vida; nos acerquemos compasivamente a tantas personas afligidas por el sufrimiento, a quienes piden ayudan y no la hallan; a las víctimas de las catástrofes naturales y de las tragedias provocadas por el hombre. En ocasiones nuestra mejor ayuda será el silencio, como ha dicho elocuentemente el Papa Francisco en el viaje a Filipinas ante el llanto desconsolado de una niña. Acompañar con el silencio respetuoso y orante es un luminoso anuncio en la oscuridad del abismo. Seamos ministros de la misericordia, del consuelo, de la esperanza, de la conversión y de la paz. Dios con su poder salvador está cerca; lo acojamos confiadamente.
Por la fe en Jesucristo, que murió y descendió a los infiernos, podemos unirnos con serenidad a su muerte; acompañados por El podemos cruzar el umbral de la muerte hacia la vida eterna. |
Horarios de las celebraciones de Semana Santa en los templos de la Archidiócesis |
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Procesiones en la ciudad de Valladolid (programación) |
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Procesiones en la provincia de Valladolid (programación) |
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Fotografías de actos, cultos y procesiones |
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