La configuración del mundo que vivimos no puede entenderse sin la revolución espiritual que tuvo lugar en los siglos XVI y XVII. En las conferencias, que comenzaron el lunes 28 de enero de 2013, del Ciclo por la Unidad de los Cristianos organizadas por el Secretariado de Ecumenismo y el Estudio Teológico Agustiniano se trataron dos casos de especial relevancia. Lutero en Alemania, y los puritanos en Inglaterra, y después en Norteamérica, forjaron una espiritualidad centrada en Cristo, fundamentada en la Palabra y con un carácter práctico y concreto. Thomas Goodwin, a través de su obra “El Corazón de Cristo”, fiel a la tradición puritana, nos demuestra cómo Cristo intercede por nosotros con los mismos sentimientos y afectos que tenía mientras estuvo en la tierra, sirviéndonos de gran consuelo en medio del dolor y el desánimo.

Más allá de las divisiones producidas por la teología, el diálogo con cristianos de otras tradiciones, confesiones y denominaciones nos permite acceder a una espiritualidad que nos une, y a reconocer con humildad, como decía San Pablo, que “al presente, nuestro conocimiento es imperfecto y lo mismo la profecía” (1Cor 13:9)