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“¿Cristianos barnizados?”, ellos no.

1014 TarragonaLa expresión ingeniosamente inspirada por el Papa Francisco, en su mensaje-prólogo, a la beatificación de nuestros hermanos, me ha hecho pensar en estos días, en el reto de que la nueva evangelización afecte de veras a la hondura de nuestra madera. Frente a una evangelización del “tuneado”, contemporizadora, oportunista, superficial, el testimonio de nuestros hermanos, los Mártires, descubre  la importancia del recuerdo y la intercesión de aquellos que fueron leales a la identidad adquirida en el Bautismo; de quienes profesaron la fe y lo hicieron públicamente, siendo palabra elocuente, ante los ojos del mundo acallada, pero ante Dios, canto a la reconciliación, al perdón y a la hondura. Con alegría y emoción, pude cantar vuestro Himno el pasado domingo, bajo un sol, tan intenso como vuestra fe, hermanos.

 

A una la voz, la magna asamblea que nos congregábamos en el patio de la antigua Universidad Laboral tarraconense, entonamos el canto coral: “Como los mártires, nuestros hermanos, de tierra hispana queremos ser, dar nuestras vidas, unir las manos y prepararnos para un nuevo amanecer”. Compartimos el gozo una treintena de vallisoletanos que allí celebramos esta Beatificación en el Año de la Fe, circunstancia que fue glosada en la celebración. Junto a nuestro Arzobispo, concelebrábamos el P. Celso, Jorge Fernández y un servidor, de este presbiterio, y entre la asamblea un grupo de miembros de las familias lasaliana, claretiana y marista, a quien pude reconocer…

 

La alegría era evidente en tantos y tantas, que hemos visto crecer los procesos por los que nuestros hermanos eran declarados Testigos de la Fe. En la noche anterior, el coso de Tarragona, llamado “Tarraco Arena”, servía de escenario para recrear un acertado espectáculo inspirado en las actas martiriales de San Fructuoso y sus dos diáconos. Su recuerdo al día siguiente, enmarcaba el flanco izquierdo del retablo ocasional, el primer testimonio, mientras a su derecha se figuraba el testimonio de los santos testigos contemporáneos: Pedro Poveda, H. Jaime Hilario.

 

La alegría y el coraje del testimonio de los mártires inundaba la asamblea matutina. Saludos, abrazos entre quienes se iban incorporando. A las medidas de seguridad, irreprochables… jóvenes de la Diócesis con sus buenos días por el camino, todo un saludo de fraternidad. Y también dos horas, en las que el recuerdo de cada una de las causas, fue apareciendo en las pantallas; historias hechas concreción, admiración por su recuerdo, sus imágenes proyectadas, evidenciaba la promesa de Jesús: el grano de trigo enterrado, ha crecido en vida y fruto. Aplausos para quienes no olvidaron su entrega: sus postuladores y colaboradores, relatando el camino hasta el reconocimiento.

 

Entre los presentes, muchos consagrados, ¡qué gozo! contar con éstas y estos hermanos, gloria de sus carismas, luz de fe multicolor. Numerosas las parroquias que recibían la alegría de uno de sus hijos, alguien de “su misma pila”; y qué honor, si del presbiterio fiel de los años 30, hoy se reconocía, que no había abandonado a su rebaño.

 

Gracias, hermanos nuestros: Melecio y Otilio, permisores del “Dios prohibido”, HH Javier, Mariano y Juan Pablo. En vosotros se cumple la promesa de que el justo crecerá y se alzará como un cedro, vuestra madera no necesita barniz. Vuestra raíces, en nuestra tierra, nos hablan de vuestras familias cristianas, de vuestra iniciación en nuestras comunidades de Bustillo de Chaves, Quintanilla, Bolaños y Valladolid.  Gracias, madera recia, pues brilláis sin aditamento, lucís el brillo de la Cruz de Cristo, ilumináis con la luz de la fe. Sois esperanza de una Iglesia joven, de vocaciones aquilatadas en la infancia, de una adolescencia ávida de aprendizaje y formación al calor de la vida religiosa de Bujedo, Zafra o Griñón. Sois sueños de misión truncada y de comunidades que dieron sus vidas como un solo hombre. Cuántas eran las personas que narraban sus pequeñas historias conservadas en familia. Mariano Pablo, Javier Evencio, Hermanos, sabéis también la mía… (¿os acordáis de aquellas tardes en Griñón ordenando vuestros recuerdos? Yo también). Hermanos, vosotros entendisteis las palabras del profeta de Reims:  “La fe ha de ser luz que os guíe por doquier, y luz que abrase a los que instruís para guiarlos por la senda del cielo” (trescientos años,  y ya brillaba la Lumen Fidei).

 

A lo largo de este año de la Fe, han sido numerosas las acciones de muchas Diócesis, actualizando la memoria de sus Testigos. ¡Qué original se alza el “Árbol de los Testigos” en la catedral de Palma, qué oportuna concluye “Fides” exposición en la catedral jienense, qué acertada la publicación de Testimonios en la iglesia de Valencia… También Valladolid, puede (debe), dar a conocer y evocar la presencia de estos hijos destacados. Las parroquias que tenemos la dicha de contar con cristianos no barnizados, tenemos el deber de no hacer de ellos “santos escayolados”; y no sólo por no estar mancos, los mártires… nos echan una mano. Ellos no fueron: cristianos barnizados.

Guillermo Camino, presbítero.

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