12-12-2013 -Nuestro arzobispo D. Ricardo presidió en la parroquia del Santísimo Salvador, la Eucaristía Exequial en memoria del sacerdote D. Valentín Arribas, fallecido el 11 de diciembre de 2013 con 83 años de edad. Familia, sus hermanos presbíteros y diáconos, y los fieles de la Archidiócesis de Valladolid llenaron el templo para mostrar su cariño a un sacerdote muy querido en nuestra Diócesis.

Escucha/Descarga el archivo MP3 con la Homilía completa de D. Ricardo.

 Por Javier Burrieza:

En torno a la mesa de la Eucaristía, aquella desde la cual nos acercabas a Dios a nuestras vidas, estás tú de nuevo entre nosotros Valentín, con nosotros y con Dios a la vez. Casi sesenta años de sacerdocio ¿Habrás hablado al Padre de tus comienzos en Pedrajas, en Traspinedo, en Santibáñez de Valcorba? Y de allí llegaste, en 1969, a la parroquia de Santa María de La Antigua, primero como coadjutor y luego como párroco, la iglesia de millones de fotos turísticas de Valladolid… don Valentín y La Antigua, una misma realidad. Te recuerdo en mis años de estudiante, en la misa de las nueve, sentado en el confesionario, aunque nadie lo necesitase… pero tú estabas, por si acaso. Y cuidabas después como confesor de tus monjas, de las Hijas de María Inmaculada, de las Angélicas, de las Hermanitas de los Pobres, de las salesas… y te preguntaba años después, ya como investigador: Valentín, cuéntame cómo son las salesas que tengo que terminar su libro… ¿te acuerdas? Y de manera castiza me respondías, ¡son como patenas! Profesor de religión en las jesuitinas, secretario de la Congregación de San Felipe Neri…

Y te jubilaste, bueno, un sacerdote no se jubila nunca… ¡si cuando llegaste a estas parroquias del Salvador y de Santiago parecías un sacerdote renovado, ilusionado, entusiasmado! Se te notaba feliz. Tu rostro no delataba los años que cumplías. Estabas en todo y con fidelidad, manteniendo tus fuerzas hasta hace bien poco. Cada 17 de enero bendiciendo con garbo alos animales por San Antón; sin olvidar el agua bendita para los conductores en la simpática procesión de San Cristóbal en la Plaza Mayor. Con tu capa pluvial junto al Cristo de las Mercedes en la noche del Miércoles Santo, recordando a Jesús de la Preciosa Sangre de tu Antigua.

Morir sólo es morir —rezaba escribiendo Martín Descalzo— Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Eres, sí, no me he equivocado, eres mirada dulce de Dios. Y esto no lo digo porque fueses de los que permitías todo… no. Recuerdo, en el cursillo prematrimonial tus recomendaciones domésticas y sencillas de cómo vivir en cristiano. Pero cuando subrayabas lo que no esta bien, lo hacías con el gesto de los niños mientras se enfadan yterminabas dibujando una sonrisa en tus labios, como adelantando al Padre bueno que siempre perdona. Una mirada dulce, más bien golosa, pues cada vez que te encontrabas con los pequeños y éstos, ¡qué traviesos!, comían chuches y no te daban, tú te unías al entusiasmo infantil con simpatía y sin arrugas, como no las tenía tu rostro y tu corazón.

Los que te queremos, nos ha costado asumir que te ibas apagando. Te echamos ya de menos.

Y si la vida eterna es verdaderamente gloriosa, no te preocupes, también es dulce junto a Dios. Llévate nuestro cariño y agradecimiento, nuestro amor hacia ti y hacia el Padre que te abraza.

Lo vamos a celebrar contigo en esta Eucaristía

Acabar de llorar y hacer preguntas;

ver al Amor sin enigmas ni espejos;

descansar de vivir en la ternura;

tener la paz, la luz, la casa juntas