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Don Ricardo habla sobre España y la Iglesia

donricardo15-16Declaraciones__ Solo han pasado algunas semanas desde las elecciones generales del 20 de diciembre en España y don Ricardo Blázquez, en su calidad de presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), conversó con José Beltrán, periodista de la revista Vida Nueva.

Con la serenidad y templanza que acostumbra, el cardenal arzobispo de Valladolid reflexionó sobre los retos más inmediatos a los que se enfrenta el país. Ni un mensaje combativo. Tampoco decepción o desconfianza en sus palabras o en su tono.

En un ámbito más local, don Ricardo comentó a la delegación diocesana de MCS algunos de los aspectos que están determinando el curso pastoral en la Iglesia de Valladolid.

En este caso, empieza con un sencillo balance de su primer año como cardenal de la Iglesia católica y concluye invitando a los fieles a sincronizar su vida con el ritmo de Dios.

A continuación ofrecemos integramente ambas conversaciones:

 

 

 ENTREVISTA A DON RICARDO  |  por VIDA NUEVA (Nº 2970)
Publicada el 23 de diciembre de 2015

ENTREVISTA A DON RICARDO  |  por la DELEGACIÓN DIOCESANA DE MCS

 

1. A la luz de los resultados, ¿qué sensación le dejan estas elecciones generales?

Al escuchar los resultados finales y al ver que los ecos que nos habían anunciado las encuestas sociológicas se han cumplido, me quedó una primera sensación: estamos ante una situación delicada, una situación realmente nueva. Esto lleva consigo un alto grado de incertidumbre. Confío en que todos estaremos a la altura de la situación. Estoy seguro de que primará la generosidad sobre la mezquindad. Confío en que de esta situación, como otras delicadas que hemos pasado, podremos salir uniendo las manos, el corazón y la esperanza unos y otros.

 

2. Esta novedad de la que habla se traduce en un escenario sociopolítico sin mayorías absolutas que exige acuerdos. Ante esto, se puede mirar esta realidad desde el pesimismo de la imposibilidad de tener un Gobierno o con una mirada optimista de una nueva forma de legislar desde los acuerdos puntuales. ¿Hacia dónde ve que se inclina la balanza?

Nos inclinaremos todos hacia una solución concertada. Esto es lo que deseo. Una vez que se sosieguen los ánimos y se analicen pormenorizadamente los resultados, con unas interpretaciones que se extralimiten de lo que realmente son y de lo que nos dicen, creo que se va a imponer que todos juntos miremos al futuro con el esfuerzo de la esperanza. Es la hora de las grandes perspectivas de futuro, no es la hora de fragmentarnos en diversas opciones. Hay que tener en cuenta la situación del entorno europeo y mundial, así como los problemas que tenemos todavía por delante en nuestro país, que son duros, con una crisis que ha gravitado sobre determinados colectivos de forma muy pesada. Si leemos los resultados con profundidad, nos dicen mucho. Seguramente hacen un correctivo a los años que han precedido, pero al mismo tiempo nos reclaman la colaboración y la escucha de todos. Con estas dificultades sobre la mesa, estamos llamados a unir todos nuestros esfuerzos. Así es como tendremos una perspectiva más clara para poder vencer las inquietudes y zozobras. No es la hora del temor, sino la de la actuación convencida y eficaz.

 

3. Menciona la palabra temor. La presencia de formaciones emergentes con un dicurso diferente puede generar, fuera y dentro de la Iglesia, cierto miedo, sensación de amenaza… ¿Son temores reales o infundados? ¿Cómo enfrentarlo?

Como Iglesia, estamos dispuestos a colaborar en todo lo que podamos. Así venimos haciéndolo desde hace tiempo. Al terminar la peregrinación que hicimos como Conferencia Episcopal para concluir el V Centenario del nacimiento de santa Teresa, desde Ávila hicimos público el documento "Iglesia, servidora de los pobres". El texto fue bien recibido y acogido por la sociedad, ha sido traducido en otras lenguas y nos han felicitado por lo bien redactado y serio que es. La Iglesia quiere seguir trabajando en esta línea y, desde ahí, tenemos una tarea bien importante: favorecer la voluntad de consenso. No cultivemos lo contrario. Favoreciendo el concierto y la búsqueda del diálogo podemos dar una respuesta a la sociedad. Unidos podemos afrontar el futuro. Fragmentados, nos perdemos todos. No tendríamos la capacidad para responder a la altura de las exigencias, y también nos pedirían cuentas las generaciones que van llegando. Afrontemos este momento delicado con esta conciencia. Favoreciendo el consenso, confío en que podamos salir de esta situación. Así, una abstención en un momento oportuno es una forma preciosa de colaboración.

 

4. En el marco de todo este maremágnum político, y a la espera de una nueva legislatura, los obispos presentan su hoja de ruta para estos años: el nuevo plan pastoral (2016-2020). ¿Cómo se integra uno en lo otro?

En una primera aproximación, este plan pastoral es para la Conferencia Episcopal, no para las diócesis. Así, en la primera parte hemos hecho un gran esfuerzo para comprender nuestra situación, con sus luces y sus sombras. Hay motivos para la esperanza y motivos para la inquietud. Estamos a gusto en el sistema democrático y nos sentimos en medio de la sociedad bien insertados. Pedimos respeto para todos y ofrecemos respeto para todos. Queremos que nuestra historia sea también considerada de una manera cercana y con afecto para aprender de nuestros errores y de nuestros aciertos. En muchos momentos, la historia de España ha sido muy brillante, con unos servicios a la humanidad entera impagables. Pero también tenemos motivos para arrepentirnos y cambiar la orientación que en algunos momentos se tuvo. Cabe aquí por tanto un orgullo sano y una humildad sincera. Trabajemos entre todos y vayamos juntos a la prestación de nuestro servicio a la sociedad. Esto es lo que también hemos querido ver en esa primera parte en la que se escrutan los signos preocupantes y los vientos favorables. ¡Cómo no vamos a sumarnos a esa preocupación compartida por la solidaridad, que no es sino un nombre de la fraternidad cristiana y del servicio en el Señor! Ahí estamos también nosotros como Iglesia y queremos estar. Queremos libertad para exponer lo que del Señor hemos recibido y estamos convencidos de que se presta un buen servicio a los ciudadanos. En la segunda parte –sin mucha concreción porque no podemos adelantarnos a tantos años vista– se alude a los cauces de la acción pastoral de la Iglesia centrándonos en la Palabra, en la celebración de los sacramentos, nuestra vivencia con los demás… Yo pido: no se tenga miedo a la Iglesia. Si cercenamos su tarea, nos empobrecemos más.

 

5. En esa mirada humilde a la realidad, el documento sorprende por una valiente autocrítica de la propia Iglesia. A lo mejor nosotros nos hemos alejado de la gente, nos hemos acomodado…

Cómo no vamos a felicitarnos de la Transición que hicimos en lo social, lo político y lo cultural cuando comenzó este período democrático! Para nosotros, como Iglesia, es motivo de satisfacción y en muchos lugares ha sido motivo de admiración. A la hora de revisar nuestra historia también tenemos motivos para arrepentirnos. Juan Pablo II, en aquel primer viernes de Cuaresma del Jubileo del 2000, en una celebración impresionante en la Basílica de San Pedro, pidió perdón por los pecados de la Iglesia a lo largo de su historia. También nosotros tenemos motivos para arrepentirnos y dar gracias a Dios. La confrontación con el Evangelio, que es nuestra luz, nuestro correctivo y nuestra esperanza, nos ayuda a ser cada vez más fieles, a aclararnos sobre las exigencias que los tiempos presentes nos plantean, a poder responder, como apuntó Juan XXIII en la convocatoria del Vaticano II, a la hora presente con sus oscuridades y sus logros para “inyectar el Evangelio en las venas de la humanidad”. Vivir del Evangelio nos viene bien a todos; creer en Dios nos viene muy bien a todos. Al margen del respeto y de la fe en Dios, andamos como vagando, nos falta el norte. Como cristianos, profesando la fe en Dios, anunciando el Evangelio, estamos prestando un servicio precioso a cada hombre y a la sociedad.

 

6. Precisamente, desde esa llamada que hace a poner la mirada en los últimos de la sociedad, la Iglesia viene reclamando un pacto de Estado contra la pobreza, al que se une un pacto educativo. Ante la amalgama de partidos, ¿será posible sacarlo adelante?

Al final del documento "Iglesia, servidora de los pobres" nos referimos a ese pacto contra la pobreza para que estemos todos implicados: la sociedad, las instituciones, los gobernantes, los empresarios, los trabajadores… Y en relación con la educación, se trata también de una cuestión fundamental. Llevamos demasiadas leyes orgánicas durante el tiempo de nuestra vida democrática. Es impensable que cada cambio de Gobierno traiga una nueva ley educativa. Todos los gobernantes, partidos políticos, fuerzas sociales, profesores, padres de familia… tenemos que unirnos para un pacto de largo respiro en el que se escuchen las perspectivas de otros. A veces, el problema que podemos tener es contemplar o ponernos exclusivamente en nuestro propio punto de vista. Tenemos que escucharnos porque todos seguramente tenemos cosas que decir. La unión y la concertación son imprescindibles ante estas grandes realidades que forman parte del entramado fundamental de la vida de la sociedad.

 

7. ¿Cómo puede contribuir el cristiano de a pie, haya votado a una formación o a otra, a sumar y no restar en tiempo postelectoral?

La Iglesia como conjunto, y después cada cristiano, según la responsabilidad que en la Iglesia y en la sociedad tenga, tenemos que hacernos cargo de nuestra sociedad, de nuestro presente y de nuestro futuro, teniendo en cuenta de forma particular a los que sufren más y a los que han quedado más al margen. En el Evangelio aprendemos que los pobres están en el centro de nuestras tareas y nuestras esperanzas. Yo pediría que nos hagamos eco de las personas que más sufren para poder, entre todos, buscar el remedio poco a poco. Las grandes respuestas nunca se pueden dar ni ofrecer al momento, sino con la paciencia que necesitamos unos y otros. Los sacrificios han de repartirse equitativamente.

 

 

 

1. Qué balance puede hacer de su primer año como cardenal y cuál es su relación personal con el papa Francisco?

El 4 de enero de 2016 se cumple un año desde que recibí la noticia de que el papa quería crearme cardenal y el consistorio fue el 14 de febrero de 2015. Todo ello fue para mí una gran sorpresa.
En este primer aniversario quiero agradecer a la Iglesia de Valladolid, y también a las autoridades religiosas y civiles, su compañía y su felicitación, tanto en Roma como en la diócesis.
Destaco mi participación en las congregaciones romanas en las que he sido designado para tratar cuestiones de sumo interés para la Iglesia. Este trabajo en los dicasterios forma parte de la colaboración de los cardenales con el papa.
También destaco mi participación en las dos últimas convocatorias del Sínodo de los Obispos, dedicadas a la Familia, que nos permitió a los padres sinodales encontrarnos con el papa Francisco prácticamente todos los días. También tuve la oportunidad de saludarlo personalmente y de esos encuentros me llamó la atención que siempre que yo le agradecía todo lo que venía desarrollando en su ministerio a favor de la Iglesia y de la humanidad él también me daba las gracias a mí.
Quiero, por tanto, destacar la cercanía que siempre ha mostrado el papa conmigo y mi disponibilidad para colaborar con él en el futuro.


2. ¿Cómo se está acogiendo en las parroquias el Directorio Diocesano para la Iniciación Cristiana?

Se trata de unas orientaciones que tienen un horizonte largo. Tengo la impresión de que va siendo aplicado en las parroquias y comunidades con decisión. Y responde al subrayado que viene haciendo la Iglesia sobre la necesidad de profundizar en la iniciación cristiana.
Nos encontramos en un contexto de sociedad muy distinto al que existía hace 50 años y hoy se necesita subrayar la pertenencia a la Iglesia, se necesita una fe personalizada y bien formada. Por ello, la iniciación cristina y los sacramentos que la van marcando es parte primordial de la tarea pastoral de la Iglesia y también de nuestra diócesis.


3. ¿Cómo se está viviendo en la Iglesia de Valladolid el Congreso Eucarístico Diocesano, que marca el desarrollo del presente curso pastoral?

Ciertamente este Congreso en sus tres fases (parroquial, arciprestal y diocesana) está marcando el curso pastoral de nuestra diócesis y lo estamos compaginando con otro acontecimiento de la Iglesia Universal: el Año de la Misericordia. La intención es poner en el centro de la vida de los cristianos la celebración de la Misa del Domingo.
En las parroquias se está trabajando con unos materiales que hemos facilitado desde la dirección de la diócesis y están sirviendo para dinamizar charlas, encuentros  y catequesis.
La fase arciprestal, que tendrá lugar durante el primer trimestre de 2016 en cada uno de los arciprestazgos de Valladolid, está siendo animada y preparada por los arciprestes, coordinados a través del Consejo de Gobierno de la diócesis.
La fase diocesana se concretará en una semana en torno a la celebración de la fiesta del Corpus Christi. Incluirá celebraciones,  encuentros, oraciones, charlas y una gran procesión centrada en la Eucaristía.


4.¿Cuál ha sido la participación de los fieles en los actos programados en Valladolid para iniciar el Año de la Misericordia?

Quedé gozosamente sorprendido por la celebración de apertura en Valladolid del Año de la Misericordia, que tuvo lugar en la S.I. Catedral y en la Basílica de la Gran Promesa. Fue el domingo, 13 de diciembre siguiendo las orientaciones de Roma.
La participación en la Eucaristía de la Catedral de Valladolid, que es un templo muy grande, fue inmensa, con muchas personas de pie que en ningún momento mostraron cansancio o aburrimiento a pesar de que la liturgia fue larga.
La peregrinación por las calles del centro de la capital vallisoletana fue un gran testimonio de piedad popular. Y al llegar al Santuario Nacional se procedió al rito de apertura de la Puerta Santa (Puerta del Salvador) en Valladolid para todo el año jubilar.
Se pretende que la Basílica de la Gran Promesa sea el lugar en el que se concentren las principales celebraciones en Valladolid durante el Año de la Misericordia (por ejemplo, el 2 de febrero, acogerá la clausura del Año de la Vida Consagrada; el 10 de mayo acogerá la fiesta de san Juan de Ávila, ...).
Deseo que este Año de la Misericordia sea para todos un encuentro con Dios, nuestro Padre, que viene a buscarnos. Y con esa revelación que provoca el encuentro con el Señor, seamos capaces de encontrarnos con los demás a través de la misericordia, sabiendo perdonar y dejándonos perdonar. Será un año de renovación espiritual y de impulso apostólico.


5. A partir de la situación política en España, después de los resultados del 20-D, ¿qué podemos esperar?

El mapa político que ha dejado el 20-D en España es complejo, y nos llena de inquietud. Por eso, quiero subrayar la dimensión de esperanza en medio de las dificultades.
En España hemos atravesado por coyunturas bien difíciles en los últimos decenios: en nuestra vida social, colectiva política, cultural,...; y hemos sabido resolverlas de manera satisfactoria para nosotros y también con admiración para otras personas que no son españoles.
Confío que también ahora se imponga el buen sentido, se imponga el servicio al bien común, que no se ceda a partidismos sino que se subraye la dimensión del diálogo, del encuentro, de la concertación, de buscar las soluciones conjuntamente pensando en el presente y en el futuro.
Porque somos responsables de la España actual y también de la que dejemos a los que vengan después de nosotros.
Es hora de magnanimidad. No de mezquindad sino de generosidad de unos con otros.


6. Un deseo para 2016…

Deseo un año de gracia y misericordia. Que el año que acabamos de comenzar podamos encontrar el sentido de la vida acogiéndonos al ritmo que Dios va poniendo para nosotros, que es un ritmo en que Dios ejercita la compasión con nosotros y debemos compartirla.

 

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