Navidad
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- Categoría: Actualidad Diocesana
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A lo largo de cuatro semanas hemos recorrido un camino que nos ha conducido a un pesebre de Belén para que contemplemos un acontecimiento admirable: Dios se ha hecho Niño, tomando nuestra carne, y ha aparecido entre nosotros en extrema debilidad y pobreza. La pobreza extrema de esa familia que no tiene un lugar digno para poder acoger al niño que acaba de nacer nos hace tener presentes a tantas familias que hoy están en esa misma situación.
La fragilidad del niño en quien se manifiesta la paradoja de que lo grande se haga pequeño y la fuerza se descubra en la máxima debilidad nos descoloca. Los criterios del poder y el tener con los que nos movemos hoy en día dejan de tener sentido ante el amor. Un amor que lo da todo a todos y de forma gratuita. Un amor tan grande que sólo puede venir del que es Amor. Es en el pesebre, ante la debilidad extrema donde podemos apreciar que el amor de verdad consiste en darse, en entregarse. Dios nos ha entregado lo mejor y todo lo que tiene, a su Hijo. De este modo, nos muestra hasta qué punto nos ama. Sin embargo, hoy en día la sencillez del pesebre de Belén contrasta con tantos elementos superfluos con los que hemos ido envolviendo estas fiestas llegando a empañar su sentido más profundo y genuino. Nos hemos olvidado que juntarnos la familia tiene como objetivo compartir y agradecer como Iglesia doméstica el amor recibido. Que los signos del amor son sencillos y llegan al corazón. Que el mejor regalo es una mirada, un abrazo y la seguridad de que pase lo que pase siempre está el otro. La familia se sienta a la mesa el día de Navidad en donde todos son valorados por lo que son padres, hijos, hermanos… y no por lo que tienen. La familia comparte todo, coloca en los primeros puestos a los más pequeños, a los ancianos y a los enfermos, y el primero es el que más sirve. La familia reunida en Navidad expresa de modo profético lo que la humanidad entera debería ser. Por ello, es necesario despojar esta celebración de adherencias estériles y vivirla en su verdad. La contemplación del misterio de Navidad pide que nos despojemos de tantas cosas que condicionan nuestra libertad y a amar, como Jesús, en la entrega y el servicio. Este tiempo recio de crisis ha puesto en evidencia las carencias humanas y éticas sobre las que se construyen sistemas económicos y financieros donde no es la persona, sino la avaricia, su centro y fin último. Por eso, al celebrar la Navidad podemos revisar nuestros hábitos personales y familiares de vida. Todos, personas, organizaciones e instituciones, debemos realizar una autocrítica sobre algunos planteamientos y comportamientos que pueden haber alimentado una crisis que previsiblemente nos acompañe durante varios años. La Navidad nos llama a recuperar un modo responsable de consumo, la austeridad siempre exigida al discípulo de Jesús, la solidaridad, el poner al Señor y al prójimo en el centro de nuestras ocupaciones. Este tiempo nos debe mover a buscar siempre el bien común, a la creatividad en el desarrollo de economías humanizadas, a una distribución y uso responsable de las ayudas públicas, a la promoción de nuevos proyectos laborales y empresariales, y a la generosidad ordenada y sostenida en el compartir con los empobrecidos. El Evangelio de Jesús es ante todo esperanza para el mundo. Es posible vencer esta crisis cuando ponemos a la persona en el centro de toda actividad humana e iniciamos el camino de la conversión personal y comunitaria. Tenemos que unir esfuerzos y sacrificios por parte de todos y contribuir a establecer unas bases económicas y sociales más sólidas, justas y solidarias. Esta Navidad quisiera especialmente tener muy en cuenta a los que estáis enfermos postrados en la cama, a quienes vivís solos, a los que sufrís las consecuencia de la crisis, a quienes buscáis trabajo, a los inmigrantes, a quienes echáis de menos a seres queridos que por cualquier motivo no podrán pasar con vosotros estas fiestas o han partido ya a la casa del Padre. Que la paz de Dios prenda en vuestros corazones y os llene de esperanza. Feliz Navidad.