Un joven de Camerún de 23 años solicitante de asilo en Valladolid y el director nacional del Servicio Jesuita al Refugiado (SJR) en Sudáfrica, Rampe Hlobo sj, ofrecieron el miércoles, 11 de enero de 2012, a las 19.30 h. en el Palacio Conde Ansúrez, junto a la Casa del Estudiante, un testimonio de primera mano de la realidad por la que atraviesan los desplazados. Bajo el título ‘Refugiados urbanos: invisibles en la ciudad’ ambos sacarán del anonimato a cientos de miles de refugiados, especialmente a aquellos que mal viven en los suburbios de las grandes ciudades y toda ayuda que reciben es la de ACNUR durante los primeros tres meses de residencia. La ONG Entreculturas, en colaboración con Red Incola, Accem y la Oficina de Cooperación de la Uva acercará esta realidad también con una exposición fotográfica instalada en la Facultad de Derecho.

El joven camerunés, residente en el Centro de Acogida para Refugiados de Burgos a la espera de la resolución, dará testimonio de su propia experiencia en España a la que llegó en octubre de 2010 en patera huyendo de la persecución y encarcelamiento por razones ideológicas. Cursó su petición en una Comisaría de la Policía Nacional de Valladolid. Por su parte, el jesuita Rampe Hlobo hablará de esos hombres y mujeres que encuentran refugio en las ciudades para que trascienda su situación: malviven en suburbios y sólo reciben ayuda de ACNUR. A partir de ahí, no es extraño que muchos caigan en la criminalidad, que las mujeres jóvenes se vean forzadas a prostituirse o que los hombres tengan que pagar sobornos a la policía local.

La imagen del mundo de los refugiados –vinculada a una ciudad de tiendas de campaña- ha cambiado y casi 6 de cada 10 refugiados viven ya en zonas urbanas (en Johannesburgo hay 470.000 personas en esta situación). Este cambio tiene tras de sí nuevos retos que en los campamentos tradicionales se suponían resueltos después de años de funcionamiento. El económico es uno de ellos: desarrollar un programa en el entorno urbano cuesta de media 17 veces más que sostener a un refugiado en un campo.