Carlos Malillos profundiza en su soneto para anunciar el Sermón de las Siete Palabras
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He tenido la enorme satisfacción de que el soneto que escribí, haya sido elegido por la Cofradía de las Siete Palabras, para anunciar en la mañana del Viernes Santo, el Pregón que pronunciará en la Plaza Mayor de Valladolid, el Muy Ilustre Señor Don José Andrés Cabrerizo Manchado, canónigo de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Valladolid.
En catorce versos he intentado plasmar la impresión que me producen varios aspectos relacionados con la crucifixión de nuestro Señor, y que ahora en prosa, quisiera desarrollar para una mejor comprensión.
Resulta un hecho generalizado, que cuando contemplamos la imagen de Cristo crucificado, nos sentimos sobrecogidos por la crudeza del castigo descomunal al que fue sometido nuestro Salvador, atribuyendo la crueldad de la tortura a los hombres que participaron en aquel momento histórico en un hecho tan execrable. Imaginamos que las heridas sufridas y los sufrimiento y dolores son inherentes al castigo recibido, no reparando, quizás, que además del daño físico, Cristo sufrió en su espíritu el daño moral que le supuso el abandono de sus discípulos o las burlas y mofas que recibió por parte de sus verdugos. En cualquier caso, admitimos que el drama hace tiempo concluyó y la Semana Santa es un mero recordatorio de situaciones vividas que ya pertenecen al pasado .Sin embargo, olvidamos que en cada Eucaristía, se rememora la muerte del mismo sacrificio de la Cruz, aunque de manera incruenta, y por tanto la humanidad entera participa en cada instante, de manera activa, en la Pasión de Cristo. Nosotros somos sayones que le herimos y que le hacemos sufrir cuando nuestras actitudes nada tienen que ver con su mensaje de Amor. Las biografías irreverentes o la filmografía sacrílega acerca de su persona, los continuos ataques contra su Iglesia y todo tipo de desmanes que se dan frecuentemente en nuestra sociedad, como el ansia incontenible de poder, el desigual reparto de la riqueza o el sexo como medio prioritario para conseguir la felicidad, etc. son actitudes que coadyuvan a que el sufrimiento de nuestro Señor, perdure en el tiempo.
Afortunadamente para nosotros, el Dios que muere humanamente, comprende nuestra fragilidad, no nos abandona y sigue desde la Cruz iluminando nuestras vidas con su Luz; nos alimenta con su cuerpo en la Eucaristía y nos fortalece con su Palabra, que es eterna. Las Siete Palabras con las que concluye su existencia terrenal, son el testamento de Amor que resuenan en los corazones de la humanidad creyente con la misma fuerza con la que fueron pronunciadas, alentando nuestro caminar para que descubramos que en el servicio al prójimo, está la clave para vivir con la verdadera alegría; para vivir en el Amor, que es lo mismo que vivir con Dios y en Dios.
Oremos para que la Pascua, sea para nosotros, tiempo de conversión y resurrección al considerar que el fracaso aparente de Jesús, con su crucifixión y el sufrimiento que inseparablemente va unido a ella, se continúa con su resurrección y la promesa segura de la nuestra. La misericordia infinita de Dios y nuestro buen hacer, anticipan de alguna manera el misterioso prodigio de experimentar ya el gozo de vivir "como resucitados".
Pregón del Viernes Santo
Venid, contemplad al Cristo herido,
hecho Luz, que ilumina verdadera,
esta mañana azul de primavera,
todo aquel corazón que esté dormido.
En su rostro veréis lo que ha sufrido
soñando cada instante en ardua espera,
no se pierda su sangre sementera
sin que el mundo se haya convertido.
Aún antes que la tarde haya venido,
oiréis desde la Cruz el testamento,
de un hombre por tres clavos sostenido,
Siete Palabras, son el alimento
que dan al corazón nuevo latido,
para vivir de Amor, no de lamento.