A+ A A-

Iglesia católica y nacionalismo

DSI

 

 

 

 

En varios de sus documentos,
la DSI revela explícitas reservas
respecto de determinadas modalidades
del nacionalismo.

 

 

 

 

«Para establecer un verdadero orden
económico universal, hay que abolir...
las ambiciones nacionalistas.»

(GS.85)

 

 

 

 

Si, en un futuro, la Constitución española
fuera reformada, tendría que serlo
con los requisitos previstos en su título X:
nunca sin una consulta a todos los españoles

IGLESIA CATÓLICA Y NACIONALISMO


Esteban García-Morencos [artículo publicado en Alfa & Omega | Nº 334/26-XII-2002]

 

 

Ya en el Concilio Vaticano II, se encuentran reservas de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) ante ciertas modalidades de nacionalismo. (...) El Decreto Ad gentes divinitus, sobre la actividad misionera de la Iglesia, declara (n.15, 6º):

«Los cristianos, congregados de entre todas las gentes en la Iglesia, no son distintos de los demás hombres ni por el régimen, ni por la lengua, ni por las instituciones políticas de la vida, y por ello, deben vivir para Dios y para Cristo según las costumbres honestas de su nación; cultiven como buenos ciudadanos, real y eficazmente, el amor a la patria; eviten completamente, sin embargo, el desprecio a otras, razas y el nacionalismo exacerbado».

 

Y la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, afirma (n. 85, 3º):

«Para establecer un verdadero orden económico universal, hay que abolir... las ambiciones nacionalistas...»


En otros documentos que forman parte de la DSI exiten declaraciones similares. Así, Pablo VI, en la encíclica Popolorum progressio, sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos, indica (n. 62, 1º):

«Otros obstáculos se oponen a la formación de un mundo más justo y más estructurado dentro de una solidaridad universal: nos referimos al nacionalismo y el racismo». Y añade que «el nacionalismo aisla los pueblos, en contra de lo que es su verdadero bien».


De nuevo Pablo VI, en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1976 (párrafo 4º), explica:

«Renace con el sentido nacional, legítima y deseable expresión de la polivalente comunión de un pueblo, el nacionalismo, que al acentuar dicha expresión hasta formas de egoísmo colectivo y de antagonismo exclusivista, hace renacer en la conciencia gérmenes peligrosos y hasta formidables de rivalidad y de luchas muy probables».


Juan Pablo II, en la encíclica Redemptor hominis, se pregunta (n. 15, 5º) si crece de veras el amor social, el respeto de los derechos de los demás, o, por el contrario, «crecen los egoísmos de varias dimensiones, los nacionalismos exagerados...». Y el mismo Pontífice, en su Discurso al Cuerpo Diplomático (15.1.1994), afirma:

«Si reflexionamos sobre lo que constituye el fundamento de los comportamientos colectivos (de inestabilidad política) en África o en Europa, descubrimos fácilmente la presencia de «nacionalismos exacerbados». No se trata de amor legítimo a la propia patria o de estima de su identidad, sino de un rechazo del otro en su diferencia para imponerse mejor a él. Todos los medios son buenos: la exaltación de la raza, que llega a identificar nación y etnia...»


El mismo Juan Pablo II, en su encíclica Redemptoris missio —dentro del epígrafe Dios prepara una nueva primavera del Evangelio— afirma con rotundidad (n. 86):

«Hoy se manifiesta una nueva convergencia de los pueblos hacia estos valores: el rechazo de la violencia y de la guerra; el respeto de la persona humana y de sus derechos; el deseo de libertad, de justicia y de fraternidad; la tendencia a superar los racismos y nacionalismos; el afianzamiento de la dignidad y la valoración de la mujer».


Y en la encíclica Centesimus annus, otra vez Juan PabloII, refiriéndose (n. 17, 2º) a «las guerras que sacudieron a Europa y al mundo entre 1914 y 1945», indica que fueron guerras originadas, entre otras causas, «por el nacionalismo exasperado».


A través de las citas indicadas, la DSI revela explícitas reservas respecto de determinadas modalidades del nacionalismo. Sólo resta añadir que dicha DSI encuentra en la encíclica Centesimus annus una consagración definitiva de la democracia (el n. 47 afirma que «la Iglesia aprecia el sistema de la democracia»). Esa consagración nos determina a considerar que la Constitución española, aprobada con todos los atributos democráticos, mediante referendum de 6 de octubre de 1978, es, efectivamente, el marco jurídico de referencia para la convivencia, y, aunque indudablemente podría ser reformada en un futuro, tendría que serlo con los requisitos previstos en la misma (Título X, De la reforma constitucional, artículos 166 y siguientes), en base a los principios de libertad, verdad y buena fe. Nunca sin una consulta nacional (a todos los españoles) y nunca sin el debido respeto a grupos importantes, aunque no fueran mayoritarios, que puedan existir en las regiones que pretendan una opción nacionalista.

 

Entrevista

fernandojoven

Iglesia en Valladolid

LAS EDADES DEL HOMBRE

reconciliare

Galería de imágenes

flickr1

CANAL TV DIOCESANO

yt-octavario
Noticias sobre

Delegación de Medios de Comunicación Social
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

983 21 79 27 | 670 70 70 77

medios comunicacion social

Departamento de Informática
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.