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Entrevista a don Ricardo en "El Norte de Castilla"

donri28.septiembre.2014__ "El matrimonio y la familia son instituciones de la humanidad para las que no hay sustituto". Con esta premisa partirá esta semana hacia Roma el arzobispo de Valladolid que, en su condición de presidente de la Conferencia Episcopal Española, participará en la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos convocada por el Papa Francisco.

Durante 14 días, 191 padres sinodales y otros 62 participantes, entre los que se encuentran 14 parejas de casados, reflexionarán para elaborar orientaciones pastorales comunes sobre materias como la atención espiritual a los divorciados o la preparación de los jóvenes al matrimonio.

En la entrevista que se ofrece a continuación (realizada por Ignacio Foces para El Norte de Castilla), don Ricardo Blázquez analiza los retos que a su juicio tiene actualmente la familia y cuál considera que debe ser la postura de la Iglesia para responder a ellos.

 

 

> Vamos a asistir a una asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos. ‘Extraordinario’ es un término que se aplica para estados especiales, de excepcionalidad. ¿Es tal la situación por la que atraviesa la familia cristiana?

La calificación de asamblea extraordinaria se opone a la de ordinaria; aquí extraordinario no es sinónimo de excepcional. Las asambleas de los sínodos episcopales son de diversas clases; las hay generales y especiales, ordinarias y extraordinarias. Y esta es extraordinaria porque la composición del Sínodo se hace fundamentalmente con los presidentes de las conferencias episcopales. Las ordinarias se forman teniendo en cuenta la elección de miembros dentro de las conferencias episcopales. En la española tenemos derecho a tres miembros.

 

> ¿Qué elementos han influido en los últimos tiempos más decisivamente en esa situación: La crisis económica y la consiguiente crisis social; la pérdida de valores tradicionales a causa de la modernidad, o la inmersión, vía Internet, en un mundo en el que el ‘yo’ y el ‘nosotros familiar’ han pasado a un segundo plano?

Me remitiría a lo que la exhortación apostólica ‘Familiaris Consortio’, que apareció en 1981, después del Sínodo de 1980 indica al empezar: "En nuestra sociedad está habiendo transformaciones muy amplias, muy profundos y muy rápidos. Tanto es así que seguramente estamos en una época no sólo de muchos cambios, sino también en un cambio de época, como ha dicho el Papa en alguna ocasión. Y en un cambio de época, todas las realidades tienen que ser resituadas. Estamos en un momento en el que la familia, que es una realidad fundamental, está siendo agitada por muchos vientos.

Claro que la crisis económica influye. Por ejemplo, a la hora de constituir un hogar dos jóvenes que no tienen trabajo, ¿cómo hacen?. También influye, es verdad, la pérdida de valores. Los medios de comunicación hoy son maestros en la sociedad; enseñan a los niños y jóvenes no solo la familia y el colegio, enseña también la calle y por lo que escuchan a través de la radio ven en la televisión y leen en los periódicos. Hoy hay un maestro anónimo, por decirlo de alguna forma, que sin duda está influyendo. En ese sentido, los medios de comunicación tienen un poder muy grande de formación de la opinión pública y lógicamente de transmisión de convicciones o de carencia de convicciones también.

 

> El documento preparatorio del Sínodo lleva por título ‘Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización’. En un repaso urgente, ¿cuáles son, a su juicio, los principales desafíos que planean sobre la familia cristiana?

Ante todo quiero decir que nosotros queremos mirar la situación de la familia, que padece tantos problemas y presenta desafíos a la vida en sociedad y a la Iglesia, con una mirada comprensiva y compasiva, no acusadora ni distante. Sobre la familia en pocos decenios se han desencadenado muchos problemas teóricos y formas de vivir que nos inquietan. Por ejemplo, los divorcios se han multiplicado de tal forma que la estabilidad del matrimonio ha sufrido un serio quebranto. Muchos jóvenes conviven antes del matrimonio, unos pensando contraer matrimonio más tarde y otros, ni siquiera se plantean el matrimonio.

Hay dificultades de orden económico y laboral que actúan como rémora en la constitución de una familia. Me da la impresión de que en nuestra cultura el matrimonio y la familia están padeciendo un proceso cultural de “desistitucionalización”, como si se tratara de realidades que cada persona pudiese configurar subjetivamente, a la medida de sus ideas y deseos. La escasa evangelización e iniciación cristiana influyen ciertamente en la comprensión cristiana del matrimonio.

A veces el amor se identifica con los sentimientos y estados de ánimo, de modo que un enfriamiento en la relación se interpreta como extinción del amor. El Sínodo tratará realidades fundamentales para las personas, la sociedad y la Iglesia.

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> En la constitución pastoral ‘Gaudium et Spes’ se asevera que la familia es verdaderamente el fundamento de la sociedad. ¿Cabe colegir, sobre la base de la influencia de esos desafíos, que ha dejado de ser ese fundamento o que, al menos, corre peligro?

La convocatoria de estas dos asambleas del Sínodo de los obispos por parte del Papa obedece a dos cuestiones. La primera, la trascendencia que la familia tiene en la vida de cada persona, en la vida de la sociedad y en la vida de la Iglesia. Sin familia estamos desarbolados, vagamos como a la intemperie. La familia tiene una gran trascendencia y,, además es la segunda cuestión y la situación de la familia está siendo bamboleada por muchas críticas y problemas. Tenemos que cuidar la familia como un tesoro. De la vitalidad y la salud de la familia, depende la salud de la sociedad y también la salud de cada uno de nosotros. Podemos ver lo que ha sido para cada uno de nosotros nuestra familia. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin nuestra familia? Y también podemos advertirlo a través de los que han crecido en una familia destruida o casi. Tanto por los valores positivos transmitidos como por las carencias padecidas apreciamos la trascendencia de la familia.

 

> Cuando se analizan aspectos como el fracaso escolar se apunta entre otras cosas algo así: se ha dejado de enseñar en la familia y los profesores ya no tienen el complemento de la ayuda que representaban los padres. ¿Quién tiene la culpa de eso?

Es verdad ese planteamiento que hace; me parece correcto. Pero en relación con esta cuestión, yo no buscaría culpables. Sí subrayaría la responsabilidad que tenemos todos, la familia, los padres, la escuela, la Iglesia, el Estado. Hay que proteger a la familia. Tenemos que reflexionar todos sobre lo que se ventila y se decide, en la salud de la familia, y colaborar cada uno desde su propio ámbito de responsabilidad en que la educación sea sana. A veces me produce preocupación el ambiente en el que se están formando muchos jóvenes. ¡Con lo difícil que después es la vida! Si no se tiene fundamentos, criterios y actitudes bien formados, todo se resiente posteriormente. La educación, y dentro de ella la familia, son muy importantes en la sociedad. No se puede separar una realidad de la otra.

 

> En los últimos 20 años han tomado cuerpo y se han consolidado las uniones de hecho sin reconocimiento religioso ni civil. Muchos de sus miembros pertenecen a movimientos de espiritualidad e, incluso, a grupos de catequesis. ¿Cree que la Iglesia lo ha consentido o es un fenómeno que cuando se ha podido apreciar ya era imparable?

La Iglesia eso no lo ha promovido. Eso no lo han aprendido en una buena catequesis. En relación con esas uniones, hay que ver si se trata de lo que a veces se dice conviventes sentimentales o parejas de hecho que en algunas comunidades autónomas han recibido una regulación jurídica. Pero eso no lo han aprendido en la moral de la Iglesia. Y es que en muy poco tiempo, es verdad, se han desencadenado muchos vientos contrarios y fortísimos contra la familia y contra el matrimonio. No separemos estas dos realidades. Hace pocos años eran incomprensibles algunas manifestaciones actuales. Ante la situación, de que en parte somos responsables y en parte somos víctimas, no podemos vivir sin plantearnos seriamente qué podemos hacer. Matrimonio y familia son un campo vital.

 

> En su opinión, ¿cuánto ha influido negativamente en la situación actual de la familia el hecho de que cada vez los párrocos, en particular, y los presbíteros en general, sean menos y, por tanto, dispongan de menos tiempo para la atención espiritual personalizada de sus feligreses?

Seguramente habrá influido ya que este es un campo de la acción pastoral básico. Si ha habido menos ministros de la Iglesia para esta acción pastoral, lógicamente ha sido menos atendida. No es solo cuestión de la Iglesia, en la que debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos, y con decisión, sacrificio y clarividencia. Pero no depende todo de nosotros, ni mucho menos. Es comprensible que, si ha habido una menor atención porque el número de agentes de pastoral ha disminuido, también en este campo, como en el de la educación general de los hijos y en la catequesis, se ha notado.

 

> En el Concilio Vaticano II se concluyó que la familia "es la escuela más rica de la humanidad". ¿Qué ha fallado para que ahora se aprecie que puede estar en serio peligro?

Continúa siendo la familia, bien constituída y con buena salud, una escuela rica de humanidad. Precisamente porque nos damos cuenta de que esta escuela debe continuar siendo rica en humanidad, es por lo que necesitamos que sea eventualmente reorientada y fortalecida. La familia en su naturaleza propia no tiene una alternativa auténtica. Puede haber algunas soluciones hasta cierto punto sustitutorias. Por ejemplo, pensemos en un niño que no es recibido en su familia y es acogida en otra. En esta ocasión quiero recordar con gratitud a las familias de acogida y adopción. En la familia se aprende lo que significa la paternidad, la filiación, la fraternidad, el amor gratuito y generoso, el saber compartir, la confianza en los padres. Un niño acude a sus padres con la confianza de que lo pueden defender eficazmente. Es verdad que en la familia aprendemos las formas de vivir más fundamentales. Las actitudes básicas humanas y cristianas son transmitidas y recibidas en el hogar. Pero la familia no tiene propiamente sustituto; tiene algún tipo de suplencia en estas situaciones. Demos gracias a Dios por la familia en la que hemos nacido y hemos crecido. Nosotros somos responsables de la vida de los demás y de que  todos puedan experimentar una acogida familiar.

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> Uno de los aspectos que estará sobre la mesa del Sínodo, además promovido por el Papa, es el de la atención sacramental a los divorciados. Muchos de ellos se sienten marginados por la Iglesia. Pero dentro de esta hay un debate entre quienes sí quieren que puedan acceder a la confesión y la comunión, por ejemplo, y quienes no lo permiten. ¿Hay espacio para una única postura?

En este punto hay que distinguir entre divorciados vueltos a casar y divorciados que no se han casado de nuevo. Donde aparece la dificultad mayor, sobre la que algunos obispos y cardenales han avanzado su opinión, es en el acceso a la Comunión de los divorciados vueltos a casar. Es verdad que ha sido una cuestión que ha acaparado bastante la atención en la discusión de cara al próximo Sínodo. Aunque no sea la situación ideal, hace sesenta años, por ejemplo, muchos cristianos participaban en la Eucaristía del domingo y comulgaban por Pascua florida. No pongamos en la Comunión Sacramental el único signo de que la Iglesia los acoge o no. Deben continuar participando en la vida y las celebraciones de la Iglesia. La Iglesia quiere acogerlos; no están excluídos. Otra cuestión es el acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar.

 

> En ese debate, ¿el arzobispo de Valladolid en qué corriente de las dos se sitúa?

Le respondo en la forma que se lo acabo de plantear. Hace algunos años, en tres diócesis de Alemania se planteó la cuestión muy al vivo. Entonces estaba Walter Kasper en una de ellas. Hubo un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre este punto. Algunos acuden a la práctica de las iglesias ortodoxas… También a esta cuestión se dedicará probablemente el tiempo conveniente.

 

> Usted ha abierto un debate, de forma contundente, manifestándose claramente contrario a que se llame matrimonio a cualquier tipo de convivencia estable. Aboga usted porque el término matrimonio solo se aplique "a la unión estable de un varón y una mujer por amor". Doy por hecho que es usted muy consciente de que incluso en algunos ámbitos de la Iglesia y en general en la sociedad esta definición no guste del todo e incluso no se comparta.

Soy consciente de ello Pero esa definición la tomo del Concilio Vaticano II, del Derecho Canónico, que tiene raíces también en el Derecho Romano. Respeto la ley que ha llamado matrimonio a otras realidades; pero una cosa es respetar la ley civil y otra adherirse a los presupuestos y a las razones que han conducido a ella. Uno de los presupuestos fundamentales del matrimonio es una unión estable de un varón y una mujer por amor. Ambos comparten la misma dignidad personal. En nuestra cultura ya hemos superado en general los matrimonios por conveniencia pero no debemos olvidar que todavía hay ámbitos en que el matrimonio se pacta a espaldas de los contrayentes e incluso de manera forzada.

 

> ¿Qué parte del debate sinodal consumirá el problema añadido de los hijos de padres divorciados que tienen que ser criados, educados y formados hasta en tres espacios de unión diferente, el matrimonio que ha quedado roto y los dos posibles que se pueden formar por el divorcio de los padres?

A esto respondería con un hecho. Hace no mucho tiempo una profesora me contaba que venía observando que una niña estaba muy triste desde hacía algún tiempo. Un buen día le preguntó a la niña qué le pasaba y la niña le dijo que el novio de su mamá no la quería. Es un hecho que a la niña producía sufrimiento y le quitaba la alegría. Quiero contemplar estas situaciones con misericordia y respeto, pero también me atrevo a decir que el mejor regalo que los padres pueden hacer a sus hijos es el de su amor, unidos, perseverante. Después es verdad que se pueden hacer y se hacen muchos regalos a los niños, que son expresiones de afecto, de cariño, pero el regalo más precioso y vital para los niños es el del amor de sus padres unidos. A nadie se acusa, pero ¿por qué no vamos a tener el valor de decir lo que estamos experimentando todos los días?. El niño manifiesta tanto las situaciones armoniosas de su familia como los déficits de la misma. El niño es rostro del amor de los padres o de la ruptura del amor de los padres.

 

> Desde hace muchos años la Iglesia ha profundizado en la necesidad de formar a los jóvenes para el matrimonio y prepararles para formar una familia. ¿Cabe colegir que la crisis actual por la que atraviesa esta puede tener parte de su origen en que hubiera fallado ese modo de preparación?

Puede ser también. De hecho, una de las tareas que nosotros nos hemos propuesto como diócesis es la de revisar los materiales para la preparación al matrimonio cristiano. Ciertamente queremos continuar prestando este servicio lo mejor posible. Lo que pasa es que a veces convocamos y no encontramos decidida respuesta. Aunque en relación con la preparación al matrimonio suelen decir los que colaboran en ello que a veces los novios van medio desganados porque lo ven como un requisito, pero después terminan contentos. Lo cual es un buen indicio. Quiere ello decir que han tratado cuestiones que de ordinario no se tratan y la reflexión les ha ayudado. Hay una serie de aspectos antropológicos profundamente humanos sobre el sentido de la vida y de la fe que claramente importan. En un matrimonio puede haber problemas de convivencia, de orden económico y laboral, de educación de los hijos, de enfermedad. Pero no excluyamos a priori otros aspectos de la vida matrimonial y familiar. Los esposos y su familia necesitan fe en Dios, renovación del amor, esperanza en las pruebas, razones para vivir y convivir en la paz.

 

> Oiga, ¿y no será que la pérdida de otros valores, no ya cristianos, que también, sino civiles, sociales, que han ahondado en el individualismo, han actuado como torpedo en la línea de flotación de la familia y que ahí radica su único mal?

Es muy difícil poder asignar a una sola causa la situación actual de la familia; seguramente hay muchas causas que influyen, entre las cuales está el individualismo y la orientación egocéntrica de la vida. Pero el matrimonio es una institución básica de la humanidad; no es simplemente una forma de convivencia que cada persona decide según su entender y querer. Es una institución en la que la sociedad y el Estado tienen mucho interés que  funcione adecuadamente. Libertad personal e institución matrimonial deben ir unidas. La libertad se ejerce al iniciar el matrimonio y en su perseverancia; la libertad personal madura en el interior del compromiso contraído. La libertad que mantiene el empeño asumido es auténtica libertad. A todos nos pueden asaltar tentaciones; pero debemos vigilar los movimientos del corazón. Cuando una persona se pregunta por su propia vocación necesita buscar; pero una vez encontrada debe ser mantenida y afianzada libremente, también con la ayuda de otras personas amigas. Sería extraño pensar que la libertad se ejercita sólo rompiendo y no manteniendo la fidelidad. No hay contraposición entre institución matrimonial y libertad personal.

 

> Se va el corazón, dice. ¿Y cuando se va la fe? ¿No será, al final, todo culpa de la crisis de fe?

Pues mire esta es una cosa muy importante del matrimonio. Y Probablemente voy a hacer una intervención en el Sínodo sobre esto. Uno observa en nuestra situación tan plural que si no hay una buena educación cristiana, una seria iniciación cristiana, una formación en la familia, en la catequesis, en la Iglesia, en la parroquia, en el colegio, después el sacramento del matrimonio aparece con bastante oscuridad. El sacramento del matrimonio está en estrecha conexión con el del bautismo y con lo que significa éste. Porque hay un tipo de cultura general ambiente que es insuficiente para sostener la fidelidad de los cónyuges si no hay una formación fundamental asumida de manera muy personal.

 

¿Qué es lo que la Iglesia debe ofrecer y consiguientemente qué es lo que de la Iglesia se puede esperar? ¿Qué espera que resuelva este Sínodo? •

No podemos olvidar que se trata de una primera asamblea a la que seguirá una segunda en el plazo de un año. Esta primera es una asamblea extraordinaria y la de octubre de 2015 será ordinaria. El Papa cuando publicó el cuestionario de la primera asamblea, que tuvo mucho éxito y en nuestra diócesis lo estudiamos con mucho detenimiento y fue muy interesante el trabajo en los consejos pastoral y de presbiterio, justamente al empezar indica cual va a ser el recorrido y dice: «La primera asamblea extraordinaria de 2014 está ordenada a delinear el estado actual de las cosas y a recoger testimonios y propuestas de los obispos para anunciar y vivir de manera creíble el evangelio de la familia». Esta primera asamblea es para diseñar el campo, con todos los ingredientes que tiene. Hay aspectos que nos preocupan y también respuestas bien interesantes que ya se están haciendo bien. En la segunda asamblea del 2015 se buscarán “líneas operativas para la pastoral de la persona humana y de la familia”. Una iniciativa importante: En relación con el problema de las mujeres que tienen miedo a recibir al hijo que están gestando, la Iglesia, está ayudando a muchas, por ejemplo, con la llamada “Red Madre”. Tenemos que ofrecer no sólo una palabra amigable sino también una salida efectiva.

 

> ¿Es usted optimista sobre su desarrollo y su posterior aplicación?

Por supuesto, sí; estoy dispuesto a ofrecer todo lo que pueda y a escuchar, también. Es una oportunidad extraordinaria; la asamblea  es un foro para afrontar las situaciones de la familia en nuestro ámbito cultural  y también en los de otras culturas. La asamblea sinodal es un servicio a las familias,  a la Iglesia, a la sociedad, a la Humanidad.

 

> Ya fuera del Sínodo, dos preguntas. La primera, ¿vendrá el Papa a España en 2015, y en concreto a Ávila y Alba de Tormes?

Doy gracias a Dios cada día por la forma en que Francisco viene ejerciendo su ministerio. Ha creado una atmósfera general que es alentadora, no solo para los católicos, sino también para los cristianos en general y para personas de otras religiones o de ninguna. Se ha suscitado una esperanza y es un referente de los grandes valores humanos y cristianos. Respecto al viaje en 2015 a nuestra tierra, yo confío que vendrá. En el viaje de retorno de Corea a Roma, el Papa hizo una transición de lo posible a lo probable. Y creo que estamos en ese momento. Es verdad que todavía no nos han confirmado nada, pero confío en que vendrá, aunque sea poco tiempo. Deseamos que visite Ávila y Alba, la cuna y el sepulcro de Santa Teresa. Le esperamos con los brazos abiertos.

 

> ¿Qué opina de que el Gobierno de Rajoy haya paralizado la reforma de la Ley del Aborto, en una decisión que ha concluido con la dimisión del ministro de Justicia que la promovía, Alberto Ruiz Gallardón?

Quiero transmitir el mensaje y el empeño de defender siempre el valor sagrado e inviolable de la vida humana desde la concepción hasta el ocaso; y en todas las situaciones, por ejemplo, “niños de la calle”, personas abandonadas. Con predilección queremos defender la vida de los más débiles, entre los que se encuentran los niños concebidos y no nacidos. La ciencia enseña que desde la concepción hay un tercer ser humano distinto de los padres. Deseo que cuanto antes la legislación sobre el aborto sea cambiada eficazmente en el sentido de defender la vida de los niños en gestación y ayudar a las madres a llevar a término el embarazo. En este sentido no ha sido buena noticia el aplazamiento del proyecto de ley que iba a pasar al Parlamento. ¿Cómo es posible que habiendo pasado ya cuatro años desde que fue recurrida la ley actual no haya habido sentencia del Tribunal Constitucional? Nadie tiene el derecho de disponer sobre la vida de otra persona, tampoco la madre sobre su hijo en gestación. Queremos actuar fomentando la convicción que lleve a cambiar la aceptación social del aborto. Julián Marías, nuestro paisano, del que se cumplen los cien años de su nacimiento, nos advirtió de que la aceptación social del aborto fue un paso terrible que dio la sociedad en torno a los años sesenta. Fue un paso en falso. Deseamos que se ame y respete la vida humana siempre. No podemos decidir a quién se deja nacer y a quién no. La mujer gestante debe ser acompañada adecuadamente cuando halla dificultades para recibir al hijo; yo recomiendo que acuda al Centro de Orientación Familiar y a Red Madre. En la Delegación Diocesana de Familia pueden ponerle en contacto con estos servicios. Los cristianos, junto con otras muchas personas, queremos que la persona nunca sea considerada como un medio sino como fin.

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