La partícula de Dios
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- Categoría: Actualidad Diocesana
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Para divulgar los nuevos descubrimientos científicos se recurre con frecuencia a la religión. La Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) ha logrado descubrir una nueva partícula subatómica que confirma con más de un 99% de probabilidad la existencia del bosón de Higgs, conocido popularmente como la 'partícula de Dios', un hallazgo fundamental para explicar por qué existe la materia tal y como la conocemos. Esta partícula subatómica planteada por el físico británico Peter Higgs en los años sesenta supone el único ingrediente de la Física estándar que aún no se había demostrado experimentalmente. Si no fuera por el bosón de Higgs, las partículas fundamentales de las que se compone todo, desde un grano de arena hasta las personas, los planetas y las galaxias, viajarían por el Cosmos a la velocidad de la luz, y el Universo no se habría condensado para formar materia.
Es una partícula fundamental de lo que se conoce como el mecanismo de Higgs, una especie de campo invisible presente en todos y cada uno de los rincones del universo y que hace que las partículas inmersas en él tengan masa. El bosón de Higgs es el componente fundamental de ese campo, de la misma manera que el fotón es el componente fundamental de la luz. Dada la importancia de este hecho, el editor de Higgs, Leon Lederman, cambió el título de su libro llamado originalmente “The goddamn particle” (La maldita partícula), llamada así por lo difícil que era encontrarla, por el de “The God particle” (traducida como 'La partícula de Dios'). De hecho si la “partícula de Dios” no existiera, tampoco existiría nada material en el Universo. La ciencia sigue trabajando en descubrir cómo funciona y está organizada la realidad que nos rodea y resulta curioso que cuando llega a ciertos aspectos de la misma se refiera a Dios. Quizás esta referencia sea por llamar la atención sobre la importancia del descubrimiento. También puede interpretarse, y de hecho se hace, para afirmar que la ciencia quiere suplir hoy en día a la religión. De hecho cuando se descubrió este bosón de Higgs un físico no dudó en afirmar que esta partícula subatómica no era la “partícula de Dios” sino “la partícula Dios” (usando como sustento cómo se debería haber traducido el libro de Higgs al español). Este autor afirma que esta partícula será la partícula creadora de sí misma y de todo lo demás. En definitiva sería Dios, pero un Dios materialista. El problema de todo esto es obvio ya que sobrepasa con creces el campo de la ciencia. Hay que recordar que la física, y las ciencias empíricas, se encargan de analizar y comprender cómo funciona la realidad mientras que la teología y la filosofía se encargan de ofrecer respuesta a la pregunta qué es la realidad. La diversidad de campos marca el lugar de trabajo pero eso no significa que sean realidades opuestas. El qué y el cómo son preguntas complementarias y una lleva a la otra y la otra a la una. Hoy en día parece ser que sólo cuenta lo que se pesa y se mide hasta convertirse en lo único que existe. La ciencia por mucho que quiera, y si lo hace deja de ser ciencia, no puede convertirse en filosofía o teología, no puede responder a preguntas esenciales tales como el origen o la finalidad del universo o de mi persona. Para el cristiano la razón última de ser de todo es la potencia de un Amor infinito que es Dios y no se opone a la ciencia. Galileo declaró explícitamente que las dos verdades, la de la fe y la de la ciencia, no pueden contradecirse jamás. “La Escritura santa y la naturaleza, al provenir ambas del Verbo divino, la primera en cuanto dictada por el Espíritu Santo, y la segunda en cuanto ejecutora fidelísima de las órdenes de Dios”, según escribió en la carta al P. Benedetto Castelli el 21 de diciembre de 1613.