Las cualidades del deporte
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- Categoría: Actualidad Diocesana
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En estos días disfrutamos de los 30 Juegos Olímpicos en Londres herederos lejanos de los griegos. Esos antiguos Juegos Olímpicos fueron una serie de fiestas religiosas, culturales y deportivas celebradas en Grecia en honor a los dioses del Olimpo. Según una leyenda citada por Píndaro, fue Heracles quien llamó "Juegos Olímpicos" a una serie de eventos deportivos en honor a su padre el dios Zeus y estableció la costumbre de celebrarlos cada cuatro años. Tal fue su importancia que cuando las ciudades estado griegas entraban en guerra y llegaba el tiempo de los juegos olímpicos, la guerra se suspendía para dar paso a los juegos por su profundo valor religioso y cultural. La importancia de estos juegos es tal que pronto surgen imitaciones.
Es curioso como en Corinto existía un estadio muy importante, en el que se disputaban otros juegos muy significativos, los conocidos como "Juegos Ístmicos". Estos juegos eran una réplica exacta a los olímpicos y se celebraban el tercer año de cada Olimpiada en honor del dios Poseidón. San Pablo en la carta que escribe a la comunidad cristiana de Corinto no dudó en utilizar terminología deportiva, y alude a las competiciones atléticas, para estimular a los cristianos de aquella ciudad a comprometerse a fondo en la "carrera" de la vida. En el estadio -dice- todos corren, aunque sólo uno gana: corred así también vosotros... Mediante la metáfora de una sana competición deportiva, pone de relieve el valor de la vida, comparándola con una carrera hacia una meta no sólo terrena y pasajera, sino también eterna. Una carrera en la que todos, y no sólo uno, pueden ganar. Los próximos Juegos Olímpicos, y otros eventos deportivos, pueden ayudarnos a subrayar hoy en día las potencialidades educativas y espirituales del deporte y posibilitar que los seres humanos nos unamos y contribuyamos a superar la actual situación de crisis en la que vivimos. El deporte nos hace caer en la cuenta de la importancia de cuidar nuestra realidad humana física, sin caer en la idolatría o la explotación, y la de los demás de un modo integral. Muy significativo es que tras los Juegos Olímpicos se organizan los Juegos Paralímpicos, que nos hacen caer en la cuenta, aun más si cabe, de la centralidad de la persona y de su dignidad. El deporte subraya como cualidad moral el sacrificio y el sobreponerse a la derrota y el fracaso. “Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares" (Sal 125, 5). Este Salmo recuerda que para tener éxito en la vida es preciso perseverar en el esfuerzo.Quien practica el deporte lo sabe muy bien: sólo a costa de duros entrenamientos se obtienen resultados significativos aunque no se consiga la victoria. Sólo uno puede ganar pero el resto no pierde ya que el duro camino recorrido hasta llegar a la meta es por sí mismo una victoria. Sí, una victoria sobre uno mismo.Por eso el deportista puede reconocerse en las palabras del salmista cuando afirma que el esfuerzo realizado en la siembra halla su recompensa en la alegría de la cosecha aunque ésta no sea como se pensaba: "Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas" (Sal 125, 6). En efecto, la actividad deportiva, además de destacar las ricas posibilidades físicas del hombre, también pone de relieve sus capacidades intelectuales y espirituales. La amplitud global del fenómeno deportivo lo convierte en instrumento significativo para el desarrollo global de la persona y en un útil factor para la construcción de una sociedad más humana. El sentido de fraternidad, la magnanimidad y la honradez contribuyen a la construcción de una sociedad civil donde el antagonismo cede su lugar a la ayuda mutua, el enfrentamiento al encuentro, y la contraposición rencorosa a la confrontación leal. El deporte no es un fin, sino un medio y puede transformarse en vehículo para una cultura de la vida.