• Homilía completa de D. Ricardo.

LA PASCUA, CAMINO DE SOLIDARIDAD.
por Fernando Bogónez, Director de la Escuela Diocesana de Formación

En la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección la Iglesia celebra la Vigila Pascual. La celebración más importante de todas las del año: la celebración de la Resurrección de Cristo.
Pensemos un  poco. ¿Qué es lo que hace al cristiano ser cristiano?  No es otra cosa que la fe en la resurrección de Cristo.
Tal y como dice Pablo “si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe”.

El dato fundamental para el cristiano es la Resurrección.

Por sí sola la cruz no podría explicar la fe cristiana, al contrario, sería una tragedia, una señal de lo absurdo de la existencia. El cristiano tiene la convicción firme de que el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, que no han vencido. De este modo en la Vigilia Pascual se celebra cómo la luz rompe las tinieblas de la noche y la vida vence a la muerte. Por eso en la mañana del domingo de Resurrección se desarrolla la última procesión de la Semana Santa.

El encuentro entre el Resucitado y la Virgen de la Alegría.

La imagen de Jesús Resucitado que recorre las calles de Valladolid representa el momento de abandonar el sepulcro portando en la mano derecha una cruz. Una clara referencia de que la muerte ha sido definitivamente vencida. La cruz, la suya y la nuestra, han sido transformadas y ahora tienen sentido. Por otro lado María, la madre con la que se encuentra en la Plaza Mayor expresa en su advocación esa alegría intensa que tiene el cristiano porque sabe que no tiene nada que temer. Un encuentro del que los evangelios, que narran varias apariciones del Resucitado, no hablan de él. Un encuentro inédito entre el hijo y la madre que la tradición imaginó como posible. La devoción popular ha creído que la asociación del Hijo con la Madre es permanente gracias al misterio de la encarnación. No sólo en la hora del dolor y de la muerte al pie junto a la cruz, sino también en la hora de la alegría y de la resurrección. La que dijo sí a Dios para que el Verbo se hiciera carne, la que tuvo en sus entrañas y en sus brazos al Hijo de Dios, sería también la más cercana en su muerte y la llena de alegría en su Resurrección.

Alegría y esperanza en tiempos de crisis. 

El encuentro de las dos imágenes se escenifica en la Plaza Mayor, en el centro de la ciudad, para que se irradie la alegría del anuncio de la Resurrección a cada uno de los barrios y de las casas. Se comunica así una esperanza para todo el que quiera oír. Una esperanza que para el cristiano está siempre presente y que permanece a pesar de la situación concreta de sufrimiento que se pueda padecer. El dolor no se elimina pero se asume de modo diferente con esperanza que sin ella. La situación de crisis se va ahondando cada vez más y estamos en un momento en el que hay que remitirse una y otra vez a la esperanza y a lo que celebramos el Jueves Santo para poder encontrar cómo salir de esta situación. Para ello volvamos los ojos a la celebración y la posterior imagen que recorre nuestras calles de la Sagrada Cena que nos sitúan a Jesús en el centro repartiendo su vida, su cuerpo, la eucaristía y pidiendo que hagamos lo mismo. A pesar de nuestras traiciones y nuestra falta de fe se puede salir de esta situación desde la solidaridad. Es la única salida.