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Se cumplen 10 años de los atentados de Madrid

11m11.marzo.2014__ Se cumplen 10 años de los terribles atentados que tuvieron lugar en 4 trenes de Madrid. Aquel 11 de marzo de 2004, perdieron la vida 192 personas y casi dos mil sufrieron daños de diversa índole. Se convirtió en el atentado más grave en la historia de Europa y el 11 de marzo fue declarado Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo.

Nos unimos a las plegarias del Funeral de Estado que se celebró en la Catedral de La Almudena de Madrid, al que asistió el arzobispo de Valladolid, D. Ricardo Blázquez.

Proponemos, además, mantener viva la memoria de todas las víctimas, con la oración que la Iglesia de España les dedicó al día siguiente (12 de marzo de 2004).

Acudimos a ti (Oración por las víctimas)

 

Dios todopoderoso y eterno,
de infinita misericordia y bondad,
con el corazón apesadumbrado,
acudimos a Ti.

Escucha nuestra oración,
ten misericordia de nuestro pueblo,
atiende las súplicas de quienes te invocan
en esta hora de tribulación y de prueba.

Te pedimos, Dios de la vida,
por las víctimas mortales
de los brutales atentados del 11 de marzo.
Son hijos tuyos; son hermanos nuestros.
Nunca debían haber muerto en estas circunstancias.

Padre nuestro, acógelos en tu seno.
Atiende nuestra oración, Dios de la salud,
por los heridos de esta masacre.
Sana sus heridas, fortalece sus corazones,
llénalos de tu gracia y de tu paz.

Visita, Dios consolador, a los familiares de las víctimas.
Son también inocentes.
Reviste con tu manto de misericordia y de amor
las llagas de su corazón y de su alma ateridos.

Te pedimos, Señor de los pueblos y Rey de las naciones,
por España y por todos los pueblos
que sufren el zarpazo de la violencia y del terrorismo.
Príncipe de la Paz, Señor crucificado,
Jesucristo resucitado,
compadécete de nosotros, intercede por nosotros.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra,
Salud de los enfermos, Consoladora de los afligidos,
Reina de la Paz y de la familias. Ruega por nosotros.

Amén.

 

 

ima

 

Las 192 personas que murieron:

 

Abad Quijada, Eva Belén • Abril Alegre, Óscar • Acero Ushiña, Liliana Guillermina • Aguado Rojano, Florencio • Alonso Rodríguez, Juan Alberto • Álvarez González, María Josefa • Aparicio Somolinos, María Nuria • Arenas Barroso, Alberto • Asenov Andrianov, Andriyan • Astocondor Masgo, Neil Hebe • Ávila Jiménez, Ana Isabel • Badajoz Cano, Miguel Ángel • Ballesteros Ibarra, Susana • Barahona Imedio, Fracisco Javier • Barajas Díaz, Gonzalo • Bedoya, Gloria Inés • Ben Salah Imaddaouan, Sanae • Benito Samaniego, Rodolfo • Bodea, Anca Valeria • Bogdan, Livia • Brasero Murga, Florencio • Bravo Segovia, Trinidad • Bryk, Alina María • Budai, Stefan • Budi, Tibor • Cabrejas Burillo, María Pilar • Cabrero Pérez, Rodrigo • Calvo García, Milagros • Cano Campos, Sonia • Cano Martínez, Alicia • Carrilero Baeza, Jose María • Carrión Franco, Álvaro • Casas Torresano, Francisco Javier • Castillo Muñoz, Cipriano • Castillo Sevillano, María Inmaculada • Centenera Montalvo, Sara • Cisneros Villacís, Oswaldo Manuel • Ciudad Real Díaz, María Eugenia • Contreras Ortiz, Jacqueline • Contreras Sánchez, María Soledad • Criado Pleiter, Mª Paz • De Benito Caboblanco, Esteban Martín • De las Heras Correa, Sergio • De Luna Ocaña, Miguel • De Miguel Jiménez, Álvaro • Del Amo Aguado, Juan Carlos • Del Río Menéndez, Marta • Del Río Menéndez, Nuria •Diac, Nicoleta • Díaz Hernández, Beatriz • Dima, Georgeta Gabriela • Dimitrova Paunova, Tinka • Dimitrova Vasileva, Kalina •Djoco, Sam • Dos Santos Silva, Sergio • Duran Santiago, María Dolores • El Amrati, Osama • Encinas Soriano, Sara • Fernández Davila, Carlos Marino • Fernández del Amo, María • Ferrer Reynado, Rex • Figueroa Bravo, Héctor Manuel • Frutos Rosique, Julia • Fuentes Fernández, María Dolores • Gallardo Olmo, José • Gallego Triguero, José Raúl • Gamiz Torres, María del Pilar • García Alfageme, Abel • García Arnáiz, Juan Luis • García Fernández, Beatriz • García García-Moñino, María de las Nieves • García González, Enrique • García Martínez, Cristina Aurelia • García Presa, Carlos Alberto • García Sánchez, Jose • Garrote Plaza, Javier • Geneva, Petrica • Gil Pérez, Ana Isabel • Gil Pérez, Samuel • Gómez Gudiña, Óscar • González Gago, Félix • González García, Angélica • González Grande, Teresa • González Roque, Elías • Gracia García, Juan Miguel • Guerrero Cabrera, Javier • Gutiérrez García, Berta María • Hermida Martín, Pedro • Iglesias López, Alejandra • Itaiben, Mhamed • Izquierdo Asanza, Pablo • Jaro Narrillos, María Teresa • Jiménez Morán, Nicolás • Kladkovoy, Oleksandr • Laforga Bajón, Laura Isabel • León Moyano, María Victoria • Lominchar Alonso, María Carmen • López Díaz, Miriam • López Pardo, Mª Carmen • López Ramos, María Cristina • López-Menchero Morago, Jose María • Macías Rodríguez, Mª Jesús • Mancebo Zaforas, Francisco Javier • Manzano Pérez, Ángel • Marín Chiva, Vicente • Marín Mora, Antonio • Martín Baeza, Begoña • Martín Fernández, Ana • Martín Pacheco, Luis Andres • Martín Rejas, María Pilar • Martinas, Alois • Martínez Rodríguez, Carmen Mónica • Melguizo Martínez, Miriam • Mengíbar Jiménez, Javier • Mitchell Rodríguez, Michael • Modol, Stefan • Mopocita Mopocita, Segundo Víctor • Mora Donoso, Encarnación • Mora Valero, María Teresa • Moral García, Julia • Moreno Aragonés, Francisco • Moreno Isarch, Jose Ramon • Moreno Santiago, Eugenio • Morís Crespo, Juan Pablo • Muñoz Lara, Juan • Narváez de la Rosa, Francisco José • Negru, Mariana • Nogales Guerrero, Ismael • Novellón Martínez, Inés • Orgaz Orgaz, Miguel Ángel • Pardillos Checa, Ángel • Parrondo Antón, Sonia • Pastor Ferez, Juan Francisco • Paz Manjón, Daniel • Pedraza Pino, María Jose • Pedraza Rivero, Miryam • Pellicari Lopezosa, Roberto • Pérez Mateo, María del Pilar • Pinel Alonso, Felipe • Plasencia Hernández, Martha Scarlett • Ples, Elena • Polo Remartínez, María Luisa • Popa, IonutPopescu, Emilian • Prieto Humanes, Miguel Ángel • Quesada Bueno, Francisco Antonio • Ramírez Bedoya, John Jairo • Ramos Lozano, Laura • Reyes Mateos, Miguel • Rodríguez Casanova, Jorge • Rodríguez Castell, Luis • Rodríguez de la Torre, María de la Soledad • Rodríguez Rodríguez, Ángel Luis • Rodríguez Sánchez, Francisco Javier • Rogado Escribano, Ambrosio • Romero Sánchez, Cristina • Rzaca, Patrica • Rzaca, Wieslaw • Sabalete Sánchez, Antonio • Sánchez Dehesa Frances, Balbina • Sánchez López, Sergio • Sánchez Mamajón, María Isabel • Sánchez Quispe, Juan Antonio • SantaMaría García, David • Sanz Morales, Juan Carlos • Sanz Pérez, Eduardo • Senent Pallarola, Guillermo • Serrano Lastra, Miguel Antonio • Serrano López, Rafael • Sfeatcu, Paula Mihela • Sierra Serón, Federico Miguel • Simón González, Donmino • Soler Iniesta, María Susana • Soto Arranz, Carlos • Staykova, María Ivanova • Subervielle, Marion Cintia • Sucio, Alexandru • Szpila Danuta, Teresa • Tenesaca Betancourt, Jose Luis • Toribio Pascual, Iris • Torres Mendoza, Neil Fernando • Torronteras Gadéa, Francisco Javier • Tortosa García, Carlos • Tudanca Hernández, María Teresa • Utrilla Escribano, Jesús • Valderrama López, José Miguel • Valdez Ruiz, Saúl • Vega Mingo, María Mercedes • Vilela Fernández, David • Zamora Gutiérrez, Juan Ramón • Zokhnyuk, Yaroslav • Zsigovszki, Csaba

HOMILIA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid

Funeral por las víctimas en el X Aniversario del atentado de Atocha

Martes, 11 de marzo de 2014 • Catedral de La Almudena (Madrid)


  

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

 

I. Diez años después de aquel amanecer madrileño sumido en el horror y el dolor por los efectos devastadores –casi doscientos muertos, más de mil heridos, daños materiales cuantiosos…– de un atentado terrorista sin precedentes en la historia de la capital de España, la Catedral de Nuestra Señora de La Almudena vuelve a acoger a los familiares de las víctimas, a los representantes y miembros de sus Asociaciones y a muchos madrileños, que los estiman, aprecian y quieren, para la oración y la celebración de la Eucaristía. Nos acompañan Sus Majestades, los Reyes de España, Sus Altezas, la Princesa de Asturias y la Infanta Dña. Elena, el Sr. Presidente del Gobierno y el Sr. Presidente de las Cortes, el Sr. Presidente de la Comunidad de Madrid y Sres. Ministros del Gobierno de la nación, la Sra. Alcaldesa de Madrid y numerosos representantes de los grupos parlamentarios del Congreso y del Senado y de la Asamblea de Madrid, junto a otras numerosas autoridades civiles y militares. Se lo agradecemos de corazón.

El recuerdo de los que murieron y el dolor de los heridos, que llevan todavía en su cuerpo y/o en su alma las huellas de sufrimientos indecibles, continúa invitándonos a todos, singularmente a los cristianos de Madrid, a renovar nuestra plegaria por ellos, al examen de conciencia: ¿Cómo nos hemos comportado con ellos en estos durísimos años? ¿Qué consecuencias hemos sacado de la estremecedora experiencia de aquella terrible jornada en el orden de los valores éticos, morales y espirituales que debieran impregnar nuestra vida personal y colectiva? ¿Hay motivos serios y fundados para la esperanza? Porque, en definitiva, ellos, los que murieron y fueron heridos, y nosotros, muy especialmente sus familiares, estamos en manos de Dios.

 

II. Hoy como en aquel día fatídico, el 11 de marzo de 2004, queridos familiares de los asesinados y los heridos en los atentados de Atocha, podéis preguntarle a Dios, el Señor de la vida y de la muerte, por ellos y por vosotros mismos como lo hizo Jesús clavado en la Cruz a punto de expirar: “Dios mío, Dios mío ¿porqué me has abandonado?”. Es esta una pregunta que nos puede salir del alma en las más variadas ocasiones de desgracia y de dolor por las que atravesamos en nuestras vidas y, sobre todo, cuando llegue la hora de la muerte; pero que ante estas muertes, causadas por un odio y un desprecio al hombre de refinada y fría crueldad, nos brota incontenible de lo más hondo del alma. Se trata de una pregunta muy personal, en la que nadie puede sustituir a las víctimas mismas y a sus allegados, aunque sus ecos angustiosos –¡qué duda cabe! – nos alcanzan a todos: a Madrid y a España entera. ¿Por qué murieron? ¿Por qué ese suplicio doloroso de los heridos, de los familiares y amigos y el estremecimiento de tantos y tantos ciudadanos de buena voluntad? La conmoción fue general. De un sencillo análisis de lo ocurrido se desprende una primera respuesta: murieron, sufrieron y sufrimos porque hubo alguien, hubo personas, que con una premeditación escalofriante estaban dispuestas a matar a inocentes, a fin de conseguir oscuros objetivos de poder; porque hay individuos y grupos, sin escrúpulo alguno, que desprecian el valor de la vida humana y su carácter inviolable, subordinándolo a la obtención de sus intereses económicos, sociales y políticos. ¡Siempre tan mezquinos! En una palabra, porque nunca faltan “Caínes” dispuestos a matar a “Abel”. Aquellos, a quienes no les importa hacer del crimen más horrendo –¡el atentado terrorista! – un medio para fines de la naturaleza que sean. Sin un previo arrepentimiento, profundo y radical, no podrán ser nunca –¡no serán capaces de serlo! –instrumentos o autores de caminos de verdadera justicia y de paz. Y, por mucho que se lo pretendan o imaginen, tampoco podrán adueñarse del futuro de una ciudad, de un pueblo, de una comunidad política, y, mucho menos, podrán definir y determinar el destino último de las propias víctimas y de sus familias.

 

III. Los instigadores y autores de la condena a muerte de Jesús de Nazaret creían que con su crucifixión habían terminado con un momento y proceso histórico en el que veían amenazadas sus ambiciones personales, religiosas y políticas. Se equivocaban a fondo. Al tercer día después de la muerte en la Cruz, Aquél, a quien acusaban de querer convertirse en el Rey de los judíos, un Rey de este mundo, resucitaría. Su sepulcro quedaría vacío. Muy poco tiempo después –días, semanas…– en el Cenáculo de Jerusalén, en la Fiesta de Pentecostés, con la infusión del Espíritu a sus Apóstoles, se abriría el camino de un Reino no de este mundo, pero que llegaría con los siglos a abarcarlo, visible e invisiblemente, de norte a sur, de este a oeste: ¡el Reino de Dios!

No sabemos exactamente cuáles fueron los propósitos e intenciones últimos de los que pensaron, programaron y ejecutaron los atentados de Atocha; lo que sí resulta claro, es que no podrán neutralizar y menos anular los frutos de nueva y redimida humanidad, que podemos esperar de la ofrenda de las vidas de sus víctimas que con nuestra plegaria y con nuestra voluntad de conversión presentamos hoy de nuevo, con piedad y sentido fervor, a Dios Padre en el Sacrificio Eucarístico que estamos celebrando. En el mismo día del atentado y en los siguientes, el corazón de los madrileños y de España entera se conmovió y se expresó en múltiples y heroicas formas de ayuda, de socorro y de amor fraterno. Triunfaba el amor sobre el odio, la vida sobre la muerte, la confianza en el poder de la gracia de Cristo Crucificado y Resucitado sobre el sentimiento de impotencia y derrotismo humanos. El terrorismo podía ser vencido. La puerta para el triunfo quedaba abierta por todos los que habían puesto alma, vida y corazón, sacrificándose hasta el agotamiento, en el servicio a las víctimas y a sus familiares. Servicio público y privado, material y espiritual prestado con una generosidad admirable.

 

IV. “Sabemos que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros”. Así consolaba San Pablo a sus fieles de Corinto, perplejos y angustiados ante la perspectiva de la separación y de la muerte: ¡siempre un enigma indescifrable para la desnuda y pura razón humana, pero no para los que consideran y comprenden esa hora última del hombre sobre la tierra a la luz de la verdad de Dios, es decir, para los que creen: los que han conocido, conocen y creen en ese Señor Jesús, del que hablaba San Pablo! “El hombre exterior” en nuestros hermanos asesinados horriblemente el 11 de marzo en los trenes y en la Estación de Atocha se ha deshecho, pero esperamos firmemente que su tribulación pasajera, aunque desgarradora, les haya producido “un inmenso e incalculable tesoro de gloria”. Y con San Pablo añadimos: “No nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve, es eterno”.

Lo que sabemos con certeza de nuestros hermanos, que nos dejaron en tan terribles circunstancias, deberíamos ir transformándolo en certeza existencial para nosotros mismos, los que hemos quedado llorando y orando por ellos. En primer lugar, en el ámbito de la vida personal: ¿le hemos dado mayor cabida en nuestro comportamiento diario al amor fraterno que nos anime y sostenga en la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la misericordia diez años después del atentado de Atocha? Hay que estar abierto al perdón siempre, aunque sólo se pueda hacer efectivo cuando se muestra arrepentimiento sincero por los crímenes cometidos y se reparan los daños causados. El perdón de Dios llega al hombre solamente cuando éste se hace verdaderamente penitente. Y, en segundo lugar, en la vida social: ¿hemos alimentado y fomentado en nuestras conductas privadas y públicas la conciencia viva y activa de nuestra responsabilidad frente al bien común? Toda la sociedad y, muy específicamente sus responsables, están llamados a edificar la comunidad política y la convivencia social sobre los fundamentos éticos de los derechos fundamentales de la persona humana, del respeto y promoción de su dignidad y de la unidad solidaria entre todos y de todos los ciudadanos.

 

V. El sacrificio de nuestros hermanos arrancados del seno de sus familias y de nuestro pueblo por la violencia criminal de los terroristas pudiera quedar infecundo por nuestra culpa; por no haber sabido convertirnos y reformarnos de verdad y en la verdad. Incluso, la fecundidad espiritual, que suscita el Espíritu Santo, don del Corazón de Cristo Crucificado, necesita de la conversión de las conciencias –conversión personal y colectiva­– para que dé sus frutos. El Papa Francisco nos habla con frecuencia de la urgencia de una conversión pastoral y misionera en la Iglesia. La oración perseverante es factor imprescindible para un futuro nuevo de renovación profunda de nuestras almas y del alma de nuestro pueblo, plegaria que hoy y ahora unimos a la de Nuestro Señor clavado en la Cruz por nuestra salvación y a causa de nuestros crímenes y pecados, es decir, a su Sacrificio y Oblación por la redención del mundo, presente y actuante en el Sacramento de la Eucaristía que estamos celebrando. Su Sacrificio fue un sacrificio de amor infinito que significó, significa y significará en todas las épocas y momentos de la historia, incluso los más tenebrosos, que el torrente de la infinita misericordia de Dios se ha derramado sobre los hombres, transformando su corazón haciéndolo capaz para el amor: ¡capaz de amar verdaderamente!

 

¡Quiera la Santísima Virgen de la Almudena, la Madre de Jesucristo, nuestra Madre desde ese momento definitivo de la Cruz de su Divino Hijo, con su intercesión y con su amor de Madre, ayudarnos a abrirnos de nuevo a ese Amor del Crucificado y Resucitado en la oración por las víctimas del atentado del 11 de marzo del año 2004, por sus queridos familiares y por España!

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