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Don Luis J. Argüello se forma en Roma como nuevo obispo

luisenromaHasta el 18.septiembre.2016__ Don Luis J. Argüello, obispo auxiliar de Valladolid, se encuentra en Roma participando en el curso de formación para nuevos obispos. Han acudido prelados de diversos países del mundo (6 desde España) para renovar su profesión de fe y consolidar su comunión con el Sucesor de Pedro.

En un clima de fraternidad y oración, los nuevos obispos están reflexionando sobre los desafíos que han de afrontar hoy los pastores de la Iglesia, para realizar un anuncio más eficaz del evangelio de Cristo a los hombres de nuestro tiempo.

Son muy conscientes de que el ministerio del obispo es de suma importancia para la vida de la Iglesia. Según la expresión de san Pablo, la Iglesia fue edificada sobre el fundamento de los Apóstoles (cf. Ef 2, 20). Y los obispos son, por voluntad divina, los sucesores de los Apóstoles como pastores de la Iglesia, de modo que "el que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió" (Lumen gentium, 20).

 

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Foto de grupo de los prelados de las diócesis españolas que participan hasta el 18 de septiembre en Roma, en el curso de formación para nuevos obispos. De izqda. a dcha.:

Jesús Montanari (arzobispo-secretario de la Congregación para los Obispos), Juan Carlos Elizalde (obispo de Vitoria - Gazteizko Elizbarrutia), Luis Javier Argüello (obispo auxiliar de Valladolid), Arturo Ros (obispo auxiliar de Valencia), Carlos Osoro (arzobispo de Madrid), Luis Ángel De Las Heras (obispo de Mondoñedo-Ferrol) y Manuel Herrero (obispo de Palencia).

La misión pastoral que se le confía al obispo es entusiasmante, pero también particularmente ardua y pesada. En efecto, nuestro tiempo, con sus problemas específicos, se caracteriza por extravíos e incertidumbres. Muchos, incluso entre los cristianos, parecen desorientados y sin esperanza.

 

En este contexto, los pastores están llamados a anunciar el Evangelio y a ser testigos de la esperanza, con la mirada puesta en la cruz, en el misterio del triunfo y de la fecundidad de Cristo crucificado. Cuatro son las constantes que deben guiar su vida.

 

- Entregar su vida a Cristo y a la Iglesia, a través de una vida santa como buen Pastor. Deben amar a la Iglesia más que a ellos mismos. Viviendo en ella y para ella.

- Vivir su apostolado con actividad intensa y eficaz que manifieste la caridad pastoral. Y la fuente de la caridad pastoral es la contemplación del rostro de Cristo, buen Pastor.

- Ser hombres de oración, mostrando con el ejemplo el primado de la vida espiritual. Cada obispo debe poder decir con san Pablo: "Para mí la vida es Cristo" (Flp 1, 21).

- Tener una solicitud particular por sus primeros colaboradores, los presbíteros. Los obispos deben tratar con amor especial a los sacerdotes; han de interesarse por sus condiciones espirituales, intelectuales y materiales (cf. Christus Dominus, 28), para que cada sacerdote encuentre en su obispo a su mejor amigo y padre.

 

Los obispos participantes volverán a sus diócesis, después de estos días de estudio y de intensa comunión, con la certeza de que el Papa comparte sus alegrías, sus dificultades y sus esperanzas.

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