Hoy, Las Edades del Hombre cumplen 25 años
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- Categoría: Fundación Las Edades del Hombre
24.octubre.2013 • Se cumplen 25 años de la inauguración de la primera exposición de las Edades del Hombre, que tuvo lugar en la S.I. Catedral de Valladolid, en 1988 . Fue una sorpresa que conmovió gozosamente a sus numerosos visitantes. La memoria del tiempo transcurrido y su itinerario tan exitoso nos mueve a celebrar estas efemérides con gratitud a las personas que pusieron en marcha la iniciativa que es indudablemente un acontecimiento religioso-cultural de primera magnitud.
Con este motivo, hoy tendrá lugar la presentación del libro titulado "Las Edades del Hombre. 25 años construyendo identidad". Será en el monasterio de Santa María de Valbuena, San Bernardo (Valladolid), sede permanente de la Fundación y a la cual está invitado y estará presidido por D. Carlos, arzobispo de Salamanca y la consejera de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León.
• Imagen de la 1ª Exposición de Las Edades del Hombre, en 1988.
La Fundación Las Edades del Hombre, la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Valladolid han preparado una serie de actos conmemorativos para celebrar el XXV aniversario de Las Edades del Hombre, con el lema 'Las Edades del Hombre, 25 años construyendo identidad'. |
VEINTICINCO AÑOS DE UNA MEMORABLE HISTORIAMons. Ricardo Blázquez, Arzobispo de Valladolid
Es un deber de reconocimiento recordar nombres como Mons. José Delicado Baeza, entonces arzobispo de Valladolid que dio crédito a personas y proyecto; D. José Velicia, a quien hemos homenajeado hace poco tiempo en su pueblo natal Traspinedo; su pipa inseparable no contaminaba ya que era siempre pipa de paz; D. José Jiménez Lozano que con su vasto saber, bella dicción y fina sensibilidad infundió un alma a aquella empresa guiada por el amor a la verdad, el afecto a una tierra y la responsabilidad ante la historia de la Iglesia que hondamente arraigada en este pueblo; Dña. Eloísa García de Wattenberg excelente conocedora de la historia del arte y particularmente de Castilla y León; D. Pablo Puente que supo crear los espacios adecuados para mostrar en una catedral viva un patrimonio precioso y secular que sólo esperaba un toque para volver a emitir su mensaje de fe y de belleza con el mismo lenguaje que le dio a luz hace tiempo y lo mantiene vivo también hoy. Como arzobispo de Valladolid me considero muy honrado al recordar a personas que hicieron posible aquel comienzo admirable, que había de tener una continuidad larga y sin bajar la calidad en las numerosas exposiciones. He recordado el nombre de algunas personas que dejaron su impronta imborrable; pero hay otros muchos en los inicios y en la continuidad que aquí han sido omitidos por espacio, pero que están vivos en el recuerdo del corazón.
La exposición de las Edades del Hombre –nombre sugerente que en su apertura a diversos significados estimula nuestra imaginación- constituyó para mí una inmensa y agradable sorpresa. La visité viniendo de una Asamblea Episcopal camino de Santiago de Compostela, donde pocos meses antes había recibido la ordenación como obispo. Lo que terminaba de visitar me proporcionó exquisito alimento para meditar durante el largo camino. ¿Por qué exponer retazos de esta historia tan interesante y bella en una catedral que durante algunos meses cedió el ámbito de las celebraciones del culto a estos encuentros de tanta profundidad y calidad? ¿Por qué halló lugar en las Edades del Hombre la reproducción de una celda de un convento de la reforma teresiana? ¡Qué contraste tan admirable –como canta la Iglesia en la Vigilia pascual- entre los orígenes de la creación y el pecado por una parte y por otra la redención realizada por Jesucristo mostrado en las impresionantes imágenes del Crucificado más adelante! Son Edades de la historia de la salvación, de la humanidad, de la Iglesia, de cada persona. Allí esta todo genialmente expuesto y allí estábamos todos delicadamente interpelados.
A mi entender, una de las razones de la sorpresa de ayer y de hoy reside en la continuidad de una misma historia sagrada y humana, que está viva, que produce la satisfacción de ser entendida y que anima la esperanza. Ni la catedral es un museo ni las piezas expuestas han enmudecido ni los visitantes pueden tomar la distancia del desentendimiento. Es una historia viva, con muchos eslabones vivientes, unidos por la misma fe, la misma conmoción por la belleza, la misma humanidad. Los críticos de arte y personas entendidas se hicieron lenguas de lo visitado desde el primer momento. Las personas sencillas de nuestros pueblos de donde procedían muchas obras expuestas las redescubrieron gozosamente. Lo disperso y escondido apareció dispuesto en una elocuente y maravillosa unidad. También entendieron los niños el lenguaje y se dieron cuenta de que aquellos no sólo hablaba de su historia, antes muy rica y ahora esforzadamente sobreviviendo, sino también tenía que ver con su futuro. Los guiones catequéticos, bien trenzados, ayudan a percibir con mayor hondura su mensaje vivo y a conectar lo visto, leído y escuchado con los desafíos, oscuridades e ilusiones del presente. Tan vivas son las exposiciones que incluso hasta han incorporado a las mismas calles y plazas del entorno. Las muestras expresan la vitalidad de la fe, la síntesis entre piedad y belleza ya que la fe cristiana ha hablado siempre el lenguaje de la belleza como hermanas bien avenidas. La conexión de la memoria y de la esperanza es otra lección magistral y constante en las Edades del Hombre.
No dudo en calificar aquella iniciativa de genial, inspiradora de otras iniciativas semejantes, tanto en la nueva recepción de lo transmitido hace tiempo como en la incitación al futuro y en la comprensión del hombre y de su historia. La verdad, la belleza, la hondura de la piedad y de la fe, la admiración por el pasado sin ceder a nostalgias estériles, la llamada al futuro se han dado cita en las Edades del Hombre para crear una síntesis fecunda.
En la memoria de un pasado extraordinario y bien comentado reside también la esperanza de un futuro alentador. ¡Que distinto es visitar estas exposiciones en un templo abierto. |