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Carta del Santo Padre Francisco
a D. Ricardo Blázquez Pérez, Arzobispo de Valladolid,
con motivo de la celebración del 25º Aniversario de su Ordenación Episcopal.

 


 

Al Venerable Hermano
RICARDO BLÁZQUEZ PÉREZ, Arzobispo Metropolitano de Valladolid.

 

Es motivo de gran honor para toda la Archidiócesis de Valladolid, y lo es también de gozo para Mí, Venerable Hermano, acompañarte especialmente en este momento con mi felicitación y con mis oraciones, al celebrar el día en que fuiste llamado al más alto ministerio apostólico. Ciertamente debemos dar gracias a Dios, que durante cinco lustros te ha ayudado siempre en el cumplimiento de las funciones del Episcopado.
Hemos de considerar como insignes los méritos del servicio pastoral y las muestras igualmente claras de tu ardiente deseo de predicar el Evangelio de Jesucristo a los hombres de nuestro tiempo: nadie duda que éste es el quehacer principal y realmente propio de todo Obispo. Después de los cargos importantes, que tú has cumplido con diligencia –entre los que enumeramos el de Secretario del Instituto Teológico Abulense, el de Profesor de Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca y Decano de esta Facultad en la misma Universidad– el beato Juan Pablo II, nuestro predecesor de feliz memoria, te nombró Obispo Auxiliar Compostelano y te asignó el título de Germa en Galacia. Al ver la diligente dedicación a aquella comunidad, el mismo Pontífice te destinó a la Iglesia de Palencia, a cuyo cuidado pastoral te dedicaste singularmente.
Muchas fueron las muestras de tu solicitud, de tal manera que se pensara que podrías prestar una gran ayuda a la Diócesis de Bilbao, de la que fuiste constituido Obispo el día festivo de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María del año 1995. Tus servicios llevados a cabo diligentemente, tanto allí como en las Diócesis anteriores, impulsaron a Benedicto XVI, nuestro ilustre predecesor, a ponerte al frente de la Sede Metropolitana de Valladolid, Archidiócesis que gobiernas desde hace tres años.
Aunque fueran muchas tus ocupaciones en el gobierno de estas iglesias, sacaste también tiempo suficiente para promover las ciencias sagradas y publicar escritos de Teología. Agradecemos y alabamos sinceramente los estudios que elaboraste con éxito sobre Eclesiología y Teología de los Sacramentos. Has merecido también el agradecimiento porque, como Gran Canciller, favoreciste los proyectos de la Universidad Pontificia de Salamanca.
No debemos olvidar la ayuda valiosa que aportaste a la Conferencia Episcopal Española, no sólo como miembro sino también como Presidente de la Comisión para la Doctrina de la Fe durante nueve años, y después como Presidente de la misma Conferencia desde el año 2005 hasta el 2008. Hoy también prestas un servicio a la Conferencia en cuanto ejerces el oficio de Vicepresidente.
Por todo lo dicho, quiero participar en la común celebración y la pública acción de gracias por tu ministerio episcopal, Venerable Hermano, en la que se conmemoran sus comienzos y testimonios el próximo mes de mayo. Hago igualmente votos para que el día del Aniversario brille para ti con el mayor gozo posible y difunda una merecida alegría entre los tuyos, con la ayuda de la Bienaventurada Virgen María y con la prenda de la presente Bendición Apostólica que para ti, para el clero y para todos los fieles queridos de la Iglesia de Valladolid imparto muy generosamente.

 

Desde la Sede Vaticana, en el día 29 del mes de abril, del año 2013, primero de mi Pontificado. 

 

Francisco.

 

 

 

 

 

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Homilía de D. Ricardo Blázquez Pérez, Arzobispo de Valladolid
Eucaristía con motivo del 25º Aniversario de su Ordenación Episcopal.

 


 

Hoy hace 25 años recibí la ordenación episcopal en la catedral de Santiago de Compostela, en que se veneran la memoria y el sepulcro del Apóstol. Coincidió con el domingo de la Santísima Trinidad. Es una duración considerable para celebrarlo con familiares,  amigos y diocesanos. Saludo cordialmente a los señores obispos que han querido y han podido unirse conmigo a esta solemne acción de gracias a Dios, muestro mi respeto a las autoridades, manifiesto mi afecto a los fieles de las diócesis donde he ejercido el ministerio episcopal, Santiago, Palencia, Bilbao y Valladolid. A unos en la distancia geográfica y a otros en la convivencia diaria me siento vinculado con los lazos de la gratitud. ¡Gracias a todos por vuestra presencia y oración !.
1.- El Papa Juan Pablo II al terminar el Jubileo del Año 2000 y al comenzar el tercer milenio, nos invitó << a recordar con gratitud el pasado, a vivir con intensidad el presente y abrirnos con confianza al futuro: “ Jesucristo es el mismo, ayer, hoy siempre”( Heb.13,8) ( Novo Millenio Ineunte,1)>>. En la presencia del Señor se dilata el alma hacia el pasado, se concentra en la actualidad y se inclina hacia  el futuro. Quiero vivir ante Dios consciente de lo que he recibido, de lo que he faltado y de lo que debo a la misión encomendada.
 Recuerdo hoy a cada una de las diócesis con sus presbíteros, diáconos, consagrados y religiosos de vida apostólica y contemplativa, laicos y laicas, con quienes compartí la gracia de la fe cristiana, a los que quise y quiero servir pastoralmente. De manera particular quiero agradecer la ayuda de obispos auxiliares, vicarios y otros colaboradores más cercanos sin cuyo apoyo no hubiera podido cumplir el ministerio encomendado. Lo que emerge ante todo en mi vida, en este alto del camino de los XXV años, es la gratitud a Dios porque se fió de mí y me confió el ministerio episcopal (cf.1 Tim.1,12). Con un salmo proclamo ante todos:”El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades” (Sal.99,5). Cuando miro hacia atrás siento que el agradecimiento a todos es como el perfume de la memoria del corazón (R.Guardini).
He prestado mi servicio en Santiago de Compostela como Obispo Auxiliar, como Obispo en Palencia, en Bilbao y ahora lo cumplo en Valladolid. En todas las diócesis me he sentido profundamente integrado; he querido caminar como pastor unido al rebaño. El paso de una diócesis a otra ha sido como un trasplante; al principio se experimenta que se rompen raíces vivas, pero pronto he arraigado hondamente en el nuevo hábitat. Poco a poco se hace perfectamente compatible el recuerdo amoroso de las personas ya distantes y el amor de las personas del nuevo espacio eclesial y humano. Con el recorrido de las diversas estaciones vitales se hace acopio de numerosas experiencias enriquecedoras, ensanchándose el corazón a dimensiones amplias y de largo respiro. Nada se cancela ni desplaza; todo se integra en la unidad vital de pasado, presente y futuro. Concluyendo: Agradezco a Dios haber pasado por Santiago de Compostela, Palencia y Bilbao y por estar ahora en Valladolid; a todos en esta hora tan significativa para mí manifiesto mi gratitud.
2.- Presidió la ordenación episcopal el Arzobispo de Santiago de Compostela Mons. A. Mª Rouco Varela y en su homilía unió particularmente la fiesta de la Santísima Trinidad con la ordenación episcopal. En efecto, la Trinidad Santa es el fundamento del ministerio episcopal. La unción del Espíritu Santo configura al obispo con Jesucristo, capacitándole para continuar su misterio a favor de la Iglesia. Estos son los rasgos del Buen Pastor Jesús, que debe transparentar el obispo: “Caridad, conocimiento de la grey, solicitud por todos, misericordia para con los pobres, peregrinos e indigentes, ir en busca de las ovejas extraviadas y devolverlas al único redil”. Cada obispo debe “velar con amor” por la grey que preside “en el nombre del Padre, cuya imagen hace presente; en el nombre de Jesucristo, su Hijo, por el cual ha sido constituido maestro, sacerdote y pastor; en el nombre del Espíritu Santo, que vivifica la Iglesia y con su fuerza sustenta la debilidad humana” (Pastores gregis, 71).
El entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, y hoy querido Papa Francisco, habló en el Sínodo de 2001 sobre el velar del obispo como virtud esencial de su ministerio. He aquí sus palabras: << Una de las imágenes más fuertes de esta actitud es la del Éxodo en la que se nos dice que Yahvé veló a su pueblo en la noche de la Pascua, llamada por ello “la noche de la vela”. Lo que deseo es resaltar esa peculiar hondura que tiene el velar frente a un supervisar de manera más bien general o una vigilancia más puntual. Supervisar hace referencia más al cuidado de la doctrina y de las costumbres, en cambio velar dice más a cuidar que haya sal y luz en los corazones. Vigilar habla de estar alerta al peligro inminente, velar en cambio, habla de soportar, con paciencia, los procesos en los que el Señor va gestando la salvación de su pueblo. Para vigilar basta con ser despierto, astuto, rápido. Para velar hay que tener además la mansedumbre, la paciencia y la constancia de la caridad probada>> (Intervención en el Sínodo de los Obispos el 2 de octubre de 2001). “Velar con amor” sobre la grey, que dice la exhortación apostólica post-sinodal, implica, además de custodiar la verdad recibida y estar alerta a las acechanzas que amenazan el rebaño, atender con amor y proximidad a cada persona confiada. El Buen Pastor conoce, ama y expone su vida generosamente por el rebaño.
3.- Elegí como lema de mi episcopado la palabra latina “resurrexit” (resucitó), probablemente porque en ella se condensan muchas horas de estudio teológico y mucho tiempo de oración y predicación. El lema está tomado de un texto de San Pablo citado en la alocución pronunciada al final de mi ordenación episcopal:“Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué y que vosotros recibisteis, en el que estáis fundados y que os está salvando, si lo guardáis tal y como os lo prediqué. Porque yo os trasmití en primer lugar lo que yo también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó (resurrexit) al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce” (1 Cor.15,1-5). El anuncio de la resurrección de Jesús crucificado pertenece al corazón del ministerio apostólico.
La fe en la resurrección de Jesucristo es el fundamento de una vida nueva. Renacemos por la resurrección del Señor para una esperanza viva (cf. 1 Ped.1, 3-5). Por ello la esperanza en Dios no defrauda. Aunque en la vida de todo ministro del Evangelio haya muchos trabajos y sufrimientos, son más fuertes el gozo, la serenidad y la confianza en el Señor. Los cristianos estamos llamados a sembrar semillas de esperanza; también en la presente hora de nuestro mundo es posible la esperanza. Jesús que hizo suyos en la cruz el despojo, el pecado, el dolor y la debilidad de los hombres, continúa iluminándonos con la resurrección. La victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte es para nosotros fuerza permanente para levantarnos de la postración y para superar el temor ante las adversidades del camino. Si el Señor está por nosotros, ¿quién podrá contra nosotros? (cf. Rom.8,31ss.). La resurrección de Jesucristo, asimilada por la fe, es la garantía de que la esperanza no es una ilusión, sino el principio de un mundo nuevo y mejor. Anunciar la esperanza, ser testigos de esperanza, sembrar semillas de esperanza es un precioso servicio que unos a otros debemos prestarnos y que la Iglesia tiene como misión irradiar sobre la humanidad.
4.- El Evangelio que hemos escuchado nos invita a seguir a Jesús sin echarnos atrás y sin buscar salidas de falso éxito. Ante el anuncio por parte de Jesús de lo que le aguarda en Jerusalén, hacia donde va subiendo, los discípulos no entienden, lo siguen a duras penas, van como a remolque, y aspiran a otras formas de realización junto a Jesús que Él mismo desaprueba. Juan y Santiago pusieron palabras a sus deseos pero los demás compañeros pensaban lo mismo, como manifiesta el enojo que sintieron por el descaro de Santiago y Juan.
Jesús da un vuelco a nuestros proyectos: Es grande el que se hace servidor, es primero el que elige ser esclavo de todos. Y esta exhortación de Jesús a sus discípulos, a los que quiere transmitir la lección más difícil del Evangelio, está fundada, precedida y ejemplarizada por el mismo Jesús: “No ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar la vida por todos” (cf. Mc.10,43-45). Jesús es el Maestro y su vida es la lección para los discípulos de la primera hora y para los discípulos de todos los tiempos.
Al celebrar los XXV años de la ordenación episcopal quiero escuchar las palabras que preceden al texto de Juan Pablo II, citado al principio: “ Duc in altum” (Lc.5,4), rema mar adentro, asciende con Jesús a Jerusalén por el camino de la Pascua.
¡Que Santa María la Virgen, Madre del Señor y nuestra Madre, nos enseñe a seguir por todos los senderos del mundo a su Hijo Jesucristo!.
Valladolid, 29 de mayo de 2013

 

Mons. Ricardo Blázquez, Arzobispo de Valladolid.

 

 

0927 ZamoraEl jueves 27 de septiembre tuvoo lugar en el salón de actos del Seminario San Atilano de Zamora la inauguración del curso 2012/13 de la Formación Permanente del Clero. Como viene siendo habitual, se adelanta unos días al inicio del Curso Pastoral diocesano, y es la primera gran reunión de todos los sacerdotes de la Diócesis de Zamora. En esta ocasión el encargado de abrir el curso ha sido D. Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, que ha pronunciado una conferencia sobre el Concilio Vaticano II, con motivo del quincuagésimo aniversario de la apertura de este importante acontecimiento eclesial. Tras la presentación y el agradecimiento por parte del obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, el arzobispo de Valladolid comenzó dirigiéndose a los sacerdotes presentes con “afecto y gratitud por vuestro servicio pastoral y vuestra dedicación”, que “junto con muchas cosas positivas, también trae consigo bastantes sufrimientos pastorales”.

Leer más: D. Ricardo intervino en la inauguración del Curso de Formación Permanente del Clero en Zamora

S.I. CATEDRAL DE VALLADOLID


Domingo, 24 de febrero de 2011

 

El lunes día 11 de febrero comunicó Benedicto XVI, en un consistorio de cardenales, la decisión libre de renunciar al ministerio de Obispo de Roma, sucesor de San Pedro. Orando y reflexionando ante Dios ha llegado a la certeza de que por el bien de la Iglesia, dada su edad de casi 86 años no tiene ya fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio que le fue confiado el 19 de abril de 2005. La Sede  de San Pedro queda vacante el día 28 de febrero a las veinte horas.

La presente celebración ha sido convocada para agradecer a Dios el ministerio de Benedicto XVI. A la Eucaristía, que es siempre por su misma naturaleza acción de gracias a Dios por la entrega de su Hijo Jesucristo, unimos hoy como Iglesia diocesana este motivo de especial gratitud.

Un manojo de sentimientos se unieron en nuestro espíritu ante la noticia de la renuncia: El estupor con la sorpresa, desconcierto, pregunta, silencio y paralización que provoca; el respeto ante la decisión tomada en la conciencia iluminada por Dios ante la cual nos detenemos como en el umbral de  un santuario; nos queda un cierto deje de tristeza y sensación de pérdida;  el afecto cordial a su persona por su dedicación sin reservas y por su entrega sacrificada a la misión encomendada por el Señor; y ante todo y sobre todo un sentimiento de honda gratitud por su ministerio tan intenso y generoso; estamos convencidos de que ha sido un don de Dios para la Iglesia y la humanidad. Nos unimos  al Papa Benedicto XVI en la confianza de que el Señor  conduce la Iglesia a través de los diversos acontecimientos, también en la hora presente de la historia. Esta confianza, como hemos podido percibir, ha otorgado a Benedicto serenidad, y a nosotros nos ayuda a unir la gratitud por el ministerio de Benedicto XVI a punto de concluir con la esperanza en el servicio  del nuevo Papa que pronto recibiremos. ¡Gracias; Santo Padre!.

Quiero subrayar dentro de esta celebración en el presente coyuntura tan importante para Benedicto XVI y para la vida de la Iglesia, unas palabras de Jesús dirigidas a Pedro en el pórtico de la pasión: "Simón, yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido confirma a tus hermanos" (cf. Lc.22,32). El sucesor de Pedro, Benedicto XVI, nos ha confirmado en la fe en una situación marcada por la incertidumbre, la confusión y la búsqueda de nuevos horizontes misioneros. A la sombra del Papa y custodiados por él, nos hemos sentido como hijos seguros y bien protegidos. Con su penetración nos ha potenciado la mirada para diagnosticar las luces y las oscuridades de nuestro mundo y las necesidades de la misión de la Iglesia. El Papa por su ministerio es maestro en la fe; pues bien, esta dimensión ha brillado de manera eminente en los casi ocho años del ministerio petrino ejercido por Benedicto XVI. El Papa es fundamento y principio visible de unidad de toda la Iglesia en la fe y el amor. En una situación indigente de luz nos ha ayudado a profesar la fe cristiana con mayor fidelidad y lucidez; de este servicio se han beneficiado también otras confesiones cristianas, como algunos han reconocido.

Hay homilías de Benedicto XVI que pueden formar parte de una antología juntas con otras de San León Magno y San Agustín. Son textos claros, profundos, sencillos, espirituales y bellos. Ha simplificado lo más complejo sin perder hondura y riqueza. Hemos experimentado el gozo de entenderlo y de ser entendidos por él a la hora de exhortarnos. Hemos sido edificados constantemente por su predicación en la fe, el amor y la esperanza. La publicación de sus escritos que por diferentes  vías han llegado hasta nosotros, nos ha abastecido de piezas realmente escogidas.

Su vida larga, dedicada intensamente al estudio, a la reflexión y a la escritura ha desembocado con este extraordinario bagaje en la Cátedra de Pedro. En ocasiones  singulares, donde se había creado una gran expectación, como intervenciones en universidades, diálogos con intelectuales abiertos al sentido de la existencia, discursos en parlamentos, ha emitido diagnósticos hondos y acertados. Estos discursos luminosos han mostrado cuál es el lugar de la fe cristiana y de la Iglesia en nuestro mundo. Ha defendido la fe en Dios que no se identifica con el irracionalismo ni debe ceder a la violencia. En nuestro mundo plural ha apuntado a una forma nueva y respetuosa de relacionarse la Iglesia con las sociedades, los estados y las religiones. Se ha acercado con la doble antorcha de la fe y de la razón a un mundo que frecuentemente se olvida de Dios; y ha pedido a la humanidad que no se desentienda de la verdad. Sin verdad sobreviene el caos y nos cerramos a un futuro realmente humano. Ha prestado a todos, creyentes y no creyentes, cristianos y no cristianos, católicos y no católicos un impagable servicio orientador que no debe ser preterido. Estas intervenciones forman un conjunto que por su lucidez, perspicacia, hondura en la verdad y generosidad en el amor deben ser recordadas y releídas. Su ministerio y su persona han sido como un faro de Dios en medio del mundo.

Todo esto confluye en la Nueva Evangelización, que siguiendo la invitación de Juan Pablo II, ha proseguido Benedicto XVI. Para afrontar la Nueva Evangelización nos ha ofrecido orientaciones fundamentales. Ante la necesidad evangélica de purificar la Iglesia, Su Santidad Benedicto XVI, apoyado en el Señor, con la valentía que confiere la humildad, ha llevado a cabo una tarea que es también guía para el futuro. ¡Cuánto ha deseado Benedicto XVI que la Luz de Cristo vencedor del pecado y de la muerte brille en el rostro de la Iglesia para irradiarla a la humanidad, como enseñó el Concilio Vaticano II, en que el joven teólogo Joseph Ratzinger participó.

Cuando el cardenal Ratzinger esperaba que le fuera aceptada la renuncia varias veces presentada como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que ejerció muchos años durante los cuales fue para Juan Pablo II apoyo seguro y vigoroso, se había propuesto escribir un libro sobre Jesús de Nazaret, teniendo como referente " El Señor" de su profesor Romano Guardini, en esa situación, murió Juan Pablo II y fue elegido él como sucesor. Algo de su renuncia instintiva y de su obediencia a Dios ha dejado entrever en algunas ocasiones. Ha vivido ante Dios renunciando a sus proyectos cuando el Señor le pidió un duro servicio como a "humilde siervo en su viña" y aceptando los caminos providenciales de Dios.

Escribir el libro de Jesús de Nazaret fue un proyecto de su vida, no simplemente académico, acariciado durante muchos años. En medio de incontables tareas y preocupaciones, interrumpiendo mil veces la redacción, con perseverancia y sin desmayos, nos ha ofrecido en tres volúmenes sus reflexiones como teólogo, siendo Papa; este escrito, sin mezclar indebidamente competencias, ha contribuido también a su misión de Pastor y de Maestro de la Iglesia universal. Su larguísima preparación y su reflexión sobre la cuestión de Jesús tal y como se ha planteado en nuestro mundo le ha conducido a realizar en unas condiciones poco propicias, un trabajo que es un servicio inapreciable para nosotros: El Jesús real no se identifica con el reconstruido por la investigación histórico-crítica, sino con el reconocido uniendo el estudio histórico y la fe cristiana. La fe cristiana no tergiversa sino confiere una mirada más honda sobre Jesús de Nazaret. Con la luz de la fe confesamos a Jesús desfigurado en Getsemaní y transfigurado en el Monte Tabor, como hemos escuchado en el Evangelio. Siempre unió el Papa Ratzinger la responsabilidad ante la fe y la razón, la profesión creyente en Jesús y el respeto de la historia; la fe busca entender y el deseo de entender la fe. Con su manera de proceder ha sido un maestro de metodología teológica.Los espíritus más perspicaces de nuestro tiempo han entendido que la fe da también un impulso a la razón para que no decaiga su atrevimiento ni se resigne a tratar sólo lo funcional, verificable y cuantitativo. La razón debe ampliar su campo a muchas realidades humanas que forman parte de la vida del hombre, entre ellas la apertura a la trascendencia.

Benedicto XVI no se ha aferrado al poder ni ha huído ante las dificultades. Por amor a la Iglesia ante la constatación de sus fuerzas ya escasas e incesantemente venidas a menos y ante la complejidad del ministerio petrino en nuestro tiempo, consciente de que ya no puede ejercerlo adecuadamente, ha llegado a la certeza en la presencia de Dios, que es el testigo de los movimientos del corazón, de que en adelante puede servir mejor a la Iglesia en la oración y la vida escondida. En el dinamismo de su fragilidad creciente y los desafíos actuales a la fe y a la Iglesia, antes de llegar a situaciones más apuradas, ha tomado la decisión totalmente libre de renunciar. En esta determinación tan importante se han aunado la obediencia a Dios, Señor de nuestros límites, el amor a la Iglesia, por la que ha trabajado tanto en diversos lugares y tareas, la humildad con la que aceptó el ministerio de Pedro y con que renuncia a él, la valentía para adoptar una decisión de esta envergadura que prácticamente no tiene precedentes pero que probablemente sentará precedentes. La humildad cristiana no encoge el ánimo sino otorga valentía para tomar las decisiones en conciencia ante Dios, sin buscar el aplauso ni temer la incomprensión.

Hace unos días nos pidió Benedicto XVI que oráramos por él; al dar gracias a Dios por su ministerio y su vida, le encomendamos a Él. Lo confiamos especialmente a la Ntra. Señora de Altötting, a cuyo santuario peregrinó desde pequeño. Nos unimos a su plegaria para que "asista con su maternal bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice". Os agradezco, queridos hermanos, vuestra presencia y participación en la presente celebración.

 

0919 AcademiaCaballeriaEl Arzobispo de Valladolid, D. Ricardo Blázquez asistió en la mañana del miércoles 19 de septiembre de 2012 al Acto solemne de la Inauguración del Curso Académico 2012-13 en el Acuartelamiento General Shelly de la Academia de Caballería. El Ministro de Defensa, Pedro Morenés, presidió la inauguración que este año arranca con la cifra de 137 alumnos aspirantes a oficiales y suboficiales, de los cuales 12 son mujeres, y a los que se unirán a lo largo del año hasta trescientos alumnos.

A la cita acudieron autoridades militares y civiles y como el comandante militar de Valladolid y Palencia, Aurelio Quintanilla Burgos, el delegado del Gobierno, Ramiro Ruiz Medrano, el alcalde, Javier León de la Riva, el presidente de la Diputación, Jesús Julio Carnero o el delegado territorial de la Junta, Pablo Trillo-Figueroa.

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